COBBERS Arnt. Erich Mendelsohn (1887-1953). El visionario analítico. Edit. Taschen. Colonia, 2007.
p.33-35 "La peletería Herpich, destruida en la II Guerra Mundial, se encontraba en la calle Leipziger Strabe, la principal arteria comercial de Berlín. Algunos cientos de metros más al este, las grandes tiendas Tietz del arquitecto Bernhard Sehring se abrían a la calle con una gran fachada acristalada, el primer muro cortina de Alemania y, probablemente, incluso del mundo. En la plaza Leipziger Platz estaban los grandes almacenes Wertheim de Alfred Messel que con sus fachadas neogóticas de acentuada verticalidad y los lujosos interiores dispuestos en torno a un patio interior de iluminación eran considerados en Alemania como el modelo de referencia para el diseño de grandes tiendas hasta que Mendelsohn marcó nuevos rumbos para esta tipología arquitectónica.
El proyecto Herpich fue el edificio por el cual Mendelsohn tuvo que luchar más duramente. La resistencia opuesta por las autoridades de la construcción fue enorme, y se desconocen las razones exactas para ello. Mendelsohn logró que pretigiosos colegas le apoyaran e incluso la fundación de una fuerte asociación representativa de los intereses de los arquitectos de vanguardia; Der Ring (el anilli). En 1925 se iniciaron los trabajos de construcción y, cuatro años más tarde, se completó el complejo.
La peletería Herpich se hallaba alojada en dos edificios antiguos cuyos interiores ya no respondían a las exigenias dadas y cuyo aspecto exterior no causaba una buena impresión. Mendelsohn recibió el encargo de remoderlarlos y de ampliar el complejo integrando la parcela vecina tras demoler las construcciones existentes allí. El complejo fue construido en dos etapas, pero la fachada homogénea que el arquitecto le otorgó parecía ser la de un nuevo edificio alzado de una pieza. Conforme a las disposiciones municipales de Berlín, y para evitar la proyección de sombra a la calle, debieron retranquearse los dos nuevos pisos altos.
Antes de proyectar la fachada, Mendelsohn analizó las grandes tiendas Wertheim de su colega Messel, entre cuyas columnas de caracter gótico sólo se abrían pequeños escaparates, y los grandes almacenes Tietz del arquitecto Sehring, cuyo frente acristalado tenía la desventaja de que la superficie de las ventanas de las plantas superiores no era utilizable de dorma práctica ni como escaparate, ni para alojar mostradores. En consecuencia, en las plantas superiores Mendelsohn cerró estas áreas desaprovechadas con antepechios, contra cuya cara interior era posible colocar muebles para la venta. Estre estos muretes y el techo, y en todo su ancho, abrió un plano de ventanas que iluminaba óptimamente los salones de venta. Concibió la planta baja como un frente de escaparate continuo; aquí quedó claro que se trataba de una fachada definida por un muro-contina y, por ende, no portante. La fachada de la calles, de fuerte horizontalidad y enmarcada por dos ventanas-mirador laterales, daba una impresión noble y elegante - gracias al revestimientod con placas de piedra caliza, a los marcos de bronce que agrupaban las ventanas, a la cornisa y a las cubiertas de los miradores, que le otorgaban plasticidad. Bajo las ventanas, en las cornisas, Mendelsohn ocultó una apretada hilera de bombillas que, en la oscuridad, iluminaban los planos murarios de forma indirecta. Estas cornisas, propuestas por el arquitecto como réplica a los carteles luminosos de publicidad adosados con descuido en las grandes tiendas estadounidenses, fueron reiteradamente imitadas. La composición horizontal de la fachada se convirtió rápidamente en un característica estándar de las propuestas arquitectónicas para los grandes almacenes alemanes.
Mendelsohn diseñó los salones de venta dotándolos de discreta elegancia; lámparas esféricas de vidrio blanco opalescentes, armarios de forma cúbica y liso contrachapado dispuesto contra paredes con grandes espejos, elegantes sillones de cuero y vitrinas caracterizaban los interiores. El único ornamento era la moqueta que evocaba el estilo de las alfombras presas. Durante la construcción, Mendelsohn antepuso a la obra un andamiaje decorativo que servía como original superficie de publicidad, elogiado por la asociación de tiendas al por menos como el "huevo de Colón".