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Facultad de Historia de la Universidad de Cambridge

Biblioteca Histórica Seeley

Facultad de Historia de la Universidad de Cambridge
  • 1963 - 1968
  •  
  • STIRLING, James
  •  
  • Cambridge (Inglaterra)
  • Reino Unido
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CURTIS W.,  La arquitectura moderna desde 1900. Phaidon. Hong Kong, 2006.


págs. 529-546. "Arquitectura y antiarquitectura en Gran Bretaña".


 Stirling trató de aplicar algunos de los descubrimientos hechos en Leicester en el contexto funcional muy distinto del edificio de la Facultad de Historia de la Universidad de Cambridge (1964-1966). Este encargo llegó tras un concurso restringido y su proyecto fue el único que buscaba una integración completa de la biblioteca y los espacios docentes.Esto se conseguía situando la sala de lectura en un cuadrante bajo una cubierta de vidrio en forma de tienda que se apoyaba en un bloque doblado en L que contenía salas para seminarios, vestíbulos y despachos. Stirling situó los locales más grandes y más públicos en los niveles inferiores, y esto condujo naturalmente a una figura gradualmente escalonada. La planta radial de la sala principal de lectura también era una respuesta a una exigencia crucial del programa: que debía haber un único puesto de control desde el que pudiesen vigilarse la sala de lectura y las estanterías de la biblioteca. Fue tal vez una combinación de lógica y erudición lo que llevó a Stirling a readaptar el principio del Panóptico formulado por el filósofo utilitarista Jeremy Bentham, con su 'ojo controlador' colocado en el centro de un círculo; esto se había empleado a menudo en proyectos de bibliotecas a lo largo de todo el siglo XIX. Varias de las bibliotecas de Aalto en la década de 1950 habían usado una idea similar.


Las torres de escaleras poligonales, el acristalamiento industrial, las losetas cerámicas rojas, los podios elevados, las siluetas irregulares y el romanticismo ingenieril: todo ello recordaba características usadas en Leicester. Sin embargo, la tienda de vidrio sobre la sala de lectura era una creación asombrosa, evocadora de un invernadero del siglo XIX o del edificio para montaje de cohetes de Cabo Cañaveral. La cubiertaestaba formada por una doble capa para incorporar un colchón ambiental contra los excesos de calor y frío, y estaba apoyada en un elegante sistema de cerchas de acero con lamas regulables y otros accesorios mecánicos. En la cúspide, sobre el puesto de control, se insertaba un conjunto de ventiladores de extracción de vivos colores situados sobre la capa interior de vidrio esmerilado de la cubierta. Con sus ventanas interiores biseladas y sus galerías acristaladas, todo el espacio era una extraña evocación que parecía oscilar entre la ciencia ficción del siglo XX, las novedades del diseño aeronáutico y la nostalgia de la era de los grands constructeurs con hierro y vidrio del siglo XIX. Como antes, la imaginería parecía impregnada de poesía futurista: pero en esta postura heroica había una cualidad ya eliminada, como si Stirling quisiese emplear los símbolos de la polémica maquinista sin incluir los compromisos morales y utópicos.


Al presentar sus propios edificios, Stirling solía insistir en su razón de ser funcional en vez de entregarse a la especulación sobre el significado o los orígenes de sus formas. El acristalamiento fabril patentado -que tan obviamente evocaba las fantasías cristalinas de los años 1920- se analizaba en términos totalmente pragmáticos: «Los edificios de vidrio son apropiados, creo yo, para el clima inglés. Somos tal vez el único país donde raramente hace demasiado calor o demasiado frío, y en un día nublado normal, hay una luz difusa de gran calidad en el cielo. Una cubrición de vidrio impide la entrada de la lluvia y deja pasar la luz.» Con todo, vistos los resultados, quedaba claro que el arquitecto era plenamente consciente de su selección de los antecedentes, y que los criterios asociativos y compositivos eran a veces los más importantes; el vidrio en pendiente no era ideal para impedir la entrada de la lluvia y el acristalamiento extenso podía dejar pasar luz, frío y calor, y sonido en exceso, así como permitir vistas indiscretas.


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FUSCO Renato de ., Historia de la arquitectura Contemporánea. Ed. Celeste. Madrid,1992.


págs.540-548.  “Las obras del código virtual. La Facultad de Historia de Cambridge“ 


Los laboratorios Richards, de Kahn y la Facultad de Historia, construida por James Stirling entre 1964 y 1968, a pesar de su diversidad, son dos edificios que pertenecen al mismo código-estilo, y que han contribuido en gran medida al establecimiento del gusto arquitectónico contemporáneo. Expresiones de aquella síntesis de historia y utopía que hemos determinado como principal característica de las obras más significativas de nuestra época, ambas ponen de manifiesto la intención de identificar los volúmenes y los espacios como agregados de entidades autónomas.


La History Faculty para la Universidad de Cambridge se propone también (como el Engincering Building de Leicester) ser considerada como un agrupamiento de elementos identificables como los núcleos de ascensores y escaleras y como la gran cubierta en forma de tienda que indica la sala de lectura de la biblioteca, el espacio interior de mayor capacidad(…). Habitualmente tratamos de conservar la forma específica de una estancia y evitamos distorsionarla para adaptarla a un módulo estructural o una forma general preconcebida. En la History Faculty esta formada de espacios ideales se reagrupan para dar lugar una forma conjunta del edificio, y puede observarse que los espacios más pequeños están en los últimos pisos, mientras que en los niveles inferiores los locales son muchos mayores.


Así habla Stirling al referirse a su obra, que, si convenimos en definir como «signo» cada ambiente o cada vacío, por la manifestación confirmativa tanto al exterior como en el interior de estos vacíos, se convierte en uno de los ejemplos más típicos de una «arquitectura sígnica». La diferencia entre el edificio de Kahn analizado en primer lugar y la Facultad de Historia proyectada por Stirling, en cuanto concierne a su carácter de agregaciones de entidades sígnicas autónomas, radica en que en el edificio americano este juego adquiere una evidencia máxima, mientras que en el inglés se asume sólo al nivel de dibujo y de maqueta, recuperando la visión directa de la fábrica una ambigüedad y una complejidad que hacen menos evidente la intención de caracterizar y diferenciar cada una de las partes del conjunto. Ello se debe no sólo al diferente esquema distributivo y funcional, sino también a la intención de ‹refundir», por así decirlo, los ambientes -signo una vez individualizados, así como al programa de hacerlos converger y gravitar a todos en torno a un «macrosigno», la sala de lectura de la biblioteca.


A partir de lo que antecede podernos observar que si en la volumetría general el edificio se caracteriza por un bloque en forma de L, por el prisma acristalado de la cubierta de la biblioteca, por el cuerpo de fábrica bajo que rodea tres de los lados de la sala de lectura, por las dos torres de comunicaciones verticales, etc., en el interior algunos de estos signos-ambiente se funden entre sí, originando esa ambigüedad entre lo explícito y lo latente que contribuye a enriquecer el significado espacial de la obra. Esta fusión se verifica fundamentalmente en la planta baja que, como el nivel inferior semienterrado, ocupa mayor superficie que los restantes pisos, formando al exterior una especie de basamento sobre el que apoyan, en un desarrollo ideal piramidal, el bloque en L y el prisma de cobertura de la biblioteca. Este nivel más amplio es articulado en el interior de manera que la sala de consulta, los depósitos anejos y las oficinas están íntimamente unidos, y el área triangular de la cubierta sólo abarca una parte del mismo. Podemos decir que en este nivel Stirling asocia el procedimiento de la planta libre heredada del Movimiento Moderno a la idea de un vacío delimitado geométricamente. En el primer piso aparece ya una mayor diferenciación entre los ambientes: el bloque en L presenta adosado todavía un cuerpo dedicado a la investigación: al lado del área triangular que cubre la sala de lectura sigue existiendo el cuerpo poligonal destinado, como en los pisos inferiores, a depósitos de libros. A partir del tercer piso ya sólo permanecen la planta tipo en L y la pirámide de cubierta. A su vez, el bloque en L se degrada hacia lo alto, conteniendo en los pisos tercero y cuarto locales para seminarios mientras que en el quinto y sexto está ocupado por las oficinas, los espacios menos profundos de todo el edificio. Puesto que la cubierta de la sala de lectura de la biblioteca ocupa la totalidad de los seis pisos de altura, los corredores del bloque en L se abren hacia el interior de la escalera, penetrando en diversos puntos en su interior mediante una especie de salientes poligonales parecidos a los bow-windows. «Los corredores -escribe Stirling- se han concebido como galerías que discurren en torno a los espacios superiores de la sala de lectura; están revestidos de materiales acústicos y constituyen el principal sistema de circulación. Los estudiantes que se desplazan por el edificio están visualmente en contacto con la biblioteca, el elemento de trabajo más importante de la facultad. Esto confirma nuevamente el hecho de que en el exterior están claramente diferenciados los volúmenes acristalados del bloque en L, la pirámide también acristalada de la cubierta y el cuerpo poligonal, donde predominan las zonas macizas sobre los huecos, y que constituye el basamento de todo el organismo, mientras que en el interior, como ya se ha dicho, los vacíos contenidos en dichos volúmenes, aunque siguen identificándose como partes, tienden a fundirse entre ellos, por razones funcionales o incluso como puros efectos visuales.


La cubierta inclinada, indudablemente el elemento más característico de la obra, que desde el punto de vista plástico produce una especie de impresión equilibrada por el efecto de soporte y de estabilidad producido por el bloque en L, es también destacable desde el punto de vista técnico. Su estructura principal está formada por cerchas de acero que la segmentar en sentido longitudinal, mientras que el atado transversal se, confía a una estructura secundaria que soporta también los perfiles del acristalamiento. En el interior del volumen formado por estos elementos metálicos lineales se encuentran las instalaciones de calefacción: ventilación e iluminación que se adaptan automáticamente o las condiciones exteriores para mantener una temperatura constante.


Ya nos hemos referido al hecho de que la obra en cuestión representa un paradigma de aquella fusión entre pasado y futuro, un modelo de lo que hemos denominado como código-virtual; hemos observado también que, al plantearse como un agregado de volúmenes o de ambientes-signo, puede ejemplificar también con toda precisión aquella que puede definirse como arquitectura significa. Intentaremos ahora verificar, corno conclusión de todo nuestro discurso, si puede establecerse alguna relación entre estas dos características destacadas, donde pueda identificarse mejor el código-estilo más reciente.


En cuanto al binomio pasado-futuro, y a propósito de la Facultad de Historia de Cambridge, se han observado «El dibujo que habíamos visto, antes de la construcción, era una axonométrica que mostraba el edificio por la parte anterior (...) y en esta perspectiva el edificio parecía —quizá por la omisión, en el dibujo: del acristalamiento vertical a lo largo de las fachadas y de la cristalera horizontal de la superficie inclinada del cono—como cerrado por una membrana continua, uniformemente tensa, fruto de una tecnología avanzadísima, por el contrario, el tratamiento de estas superficies acristalas, como aparece en el edificio acabado, hace pensar en un enorme invernadero victoriano». Otros críticos, como resume Dardi, aparecen divididos al señalar algunos precedentes de la obra que nos ocupa en la tradición arquitectónica o ingenieril del XIX inglés: las estaciones ferroviarias, los puentes, los depósitos y, más específicamente, el Crystal Palace de Paxton, la Paddington Station de Brunel, el invernadero de Burton en Kew, el edificio de Peter País de la Cook Street, en Liverpool, etc., o, por el contrario, al considerar el edificio de Stirling como un precursor de una avanzada civilización tecnológica con imágenes extraídas de la ingeniería aeroespacial o de los «grandes enjambres de antenas del mundo de las telecomunicaciones, que se elevan para multiplicar los rumores de la tierra o destilar los silencios de las estrellas».


Por nuestra parte, como ya hemos destacado, la Facultad de Historia se refiere al uno y al otro universo de imágenes. Que estamos en presencia de la historia es indudable; que aparece una tensión hacia la actualidad más flagrante, si no la prefiguración de formas arquitectónicas del futuro, es igualmente manifiesto: «la estética visual del interior—sigue Stirling hablando de la biblioteca—es sin embargo más parecida a la de un estudio de televisión» ; es decir., la arquitectura que pertenece al medio de comunicación de masas más actual y «abierto» hacia un imaginable futuro.


En cuanto a si las características mencionadas pueden asociarse al valor sígnico del edificio debe considerarse que toda la arquitectura contemporánea ha intentado, rompiendo los esquemas clásicos de lo axialidad y de la simetría, proponer conformaciones como agregados de volúmenes-ambiente, es decir, de signos que expresan al exterior una función interna. Más recientemente, con la crisis del racionalismo, la significación meramente funcional de los signos aparece como insuficiente; ha nacido la necesidad de resemantizar la arquitectura mucho más allá de su función, y por tanto de recuperar de la historia o prefigurando una realidad futura otros muchos significados. En otros términos, una vez adquirida la gramática y la sintaxis del racionalismo, es decir, su código de signos, se pretende actualmente revisarlo, bien con una estructura más completa, bien mediante una estructuración más significativa. La historia, además de ofrecernos ejemplos de códigos más ricos, sirve hoy también como una herramienta indispensable de la operación arquitectónico-comunicativa. En efecto, cuando se trata de «decir» más cosas, proponer mensajes más ricos y articulados, y teniendo en cuenta (como hemos recordado varias veces en el presente volumen) que su grado de novedad nos exige en la misma medida una información ya conocida, un parámetro familiar ya adquirido, para poder codificarlo y entenderlo, es la historia quien nos proporciona tal auxilio; así pues, la arquitectura de nuestros días, en su intencionalidad semántica, propone imágenes completamente nuevas utilizando los más diversos aspectos de la tradición histórica.


Por lo tanto, la nueva arquitectura es sígnica en la línea del Movimiento Moderno, o histórico-utópica en aquello que sus signos trata de estructurar y de comunicar. Su esfuerzo ya no está sólo en el sentido de la función, sino también en el de la significación.

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