Págs. 491- 511.“El proceso de asimilación: América latina, Australia y Japón”
En Japón, a finales de los años 1950 y principios de 1960, los ayuntamientos y los centros cívicos se proyectaban como genuinos intentos de expresar tanto la noción de foros para los ciudadanos en la democracia recién creada, como un nuevo sentimiento de confianza nacional. Los efectos delicados y a modo de pantallas dieron paso a un tratamiento más monumental y a una articulación más poderosa en hormigón rugoso. Una vez más, en este caso podían identificarse los antecedentes nacionales-especialmente las casas del tesoro imperiales con sus gigantescos troncos y ménsulas-, aunque había que tener cuidado para evitar el trasfondo autoritario. También había prototipos relevantes en la cultura arquitectónica internacional del periodo: Mayekawa y Tange estaban entre los primeros arquitectos de Japón que comprendieron la importancia que la inquebrantable combinación de tradiciones asiáticas y europeas de Chandigarh tenía para el lenguaje de la monumentalidad en su propio país. Uno de los edificios decisivos de este nuevo género era el Ayuntamiento de Kioto(1958-1960), de Mayekawa, en el que los toscos dibujos de la madera en el hormigón y en las vigas prefabricadas se usaban de un modo análogo al planteamiento de 'juego de piezas' de la construcción tradicional japonesa en madera. Las juntas se expresaban libremente para manifestar y resaltar el proceso de construcción. En el Palacio de Festivales Metropolitano de Tokio(1961), Mayekawa amplió aún más el mismo estilo. En este caso, el problema consistía en combinar auditorios y zonas públicas en un marco visual convenientemente impresionante, y no cabe duda de que el arquitecto tomo como modelo de su proyecto el edificio del Parlamento de Chandigarh. Los voladizos en forma de cavidad, los pórticos profundos, el hormigón desnudo y los elementos escultóricos de la cubierta que ponían de manifiesto los auditorios, procedían todos de esa fuente. Con todo, había una sutil diferencia: las siluetas, las figuras y las proporciones hablaban un lenguaje evocador de las tradiciones monumentales de Japón.
Kenzo Tange llevó aún más lejos esta tendencia al expresionismo monumental en el Gimnasio Olímpico de Tokio (1961-1964), en el que empleó cubiertas de acero tensado para crear curvas entrelazadas con un efectismo arquitectónico sólo igualado en esa época por Utzon, Nervi y Eero Saarinen. A mediados de los años 1960 estaba claro para el resto del mundo que había surgido una inconfundible arquitectura moderna japonesa que se basaba en una espectacular expresión de la estructura y en un uso casi agresivo de la tecnología moderna. El 'milagro económico' de Japón se desarrollaba con tal rapidez que estaba haciéndose realidad a toda velocidad una cultura brillante y desarraigada que parecía amenazar cada vez más cualquier valoración sobria del pasado y su significado En arquitectura, este talante comenzó a aflorar en proyectos que exaltaban la técnica industrial a expensas de todo lo demás.