Otro ejemplo, también histórico, de formas a la vez orgánicas y surrealistas son las Escuelas de Artes Plásticas y Danza Moderna en La Habana (1950-1965), de Ricardo Porro (1925), que se sitúan dentro del conjunto de edificios orgánicos diseminados de las Escuelas Nacionales de arte: las citadas escuelas de artes plásticas y danza junto a la de ballet y música de Vittorio Garatti y la de arte dramático de Roberto Gottardi. A la lógica orgánica y abierta se le superpone una acción surrealista, como de rotura y dispersión de un cristal. Siguiendo una metodología ecléctica, se superponen el lenguaje clásico con la exuberante tradición del barroco latinoamericano; se combinan diversas tipologías de espacios -patios triangulares alargados, como de una fortificación, pórticos alargados, aulas de paredes curvas, salas de danza con cúpulas- y de estructuras -arcos y bóvedas a la catalana-. Esta síntesis orgánica y onírica continúa las formas del barroco latinoamericano; en unos contenedores que quieren potenciar las actividades, los flujos y la creatividad.