Inprimatu

Palacio Farnesio

  • 1514 - 1589
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  • DELLA PORTA, Giacomo
  • SANGALLO , Antonio da “El Joven”
  • BUONARROTI, Miguel Angel
  • Adaptación   1546 - 1549
    Tras la muerte de Antonio Sangalo, Miguel Angel continuó con el proyecto. A él se le atribuye la ordenada fachada exterior, donde se concentra la faceta más expresiva del edificio.
  • DELLA PORTA, Giacomo Proyecto   1580 - 1589
    El segundo cardenal Alessandro Farnese, otro sobrino del papa, llamó a Giacomo Della Porta para construir la parte posterior, es decir, la fachada hacia el Tíber ompletada. Tendría que haber sido ligada con un puente nunca realizado con la Villa Chigi (o "Farnesina"), adquirida en el 1580 sobre la orilla opuesta.
  • BAROZZI DA VIGNOLA, Giacomo Reconstrucción   1565 - 1575
    Terminó de construir la fachada posterior.
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  • Roma
  • Italia
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Miguel Angel y Sangallo deben de ser tratados juntos al explicar la historia de otro de los edificios más importantes de la Roma del siglo XVI. El Palacio Farnesio se empezó en 1515 como una remodelación de un palacio más antiguo para Paulo II (Farnesio) mientras que todavía era cardenal. La obra progresaba lentamente, hacia 1541 el papa (elegido en 1534) había decidido ceder el palacio a sus hijos y a esto siguió un nuevo proyecto de remodelación y ensanchamiento.. Sangallo fue el arquitecto y llevó el ala del palacio hasta la base de la cornisa antes de su muerte en 1546. Miguel Angel entonces se hizo cargo, al igual que en San Pedro, y le dió una potencia escultórica que le faltaba al edificio incluso aunque prometía ser una de las estructuras más pesadas y sólidas en la historia de la arquitectura palaciega. El diseño original de Sangallo aprendió del innovador Palazzo Caprini de Bramante, las ventanas ediculadas alternadas con sus trece paños, pero en vez de adoptar su efecto más radical, "revertió" al tipo de palacio del quattrocento florentino, desprovisto de elementos verticales separando los paños y con fuertes cornisas horizontales que marcarán su división en tres plantas. Miguel Angel dió a la fachada un rasgo más definitivo - una maciza cornisa proyectada de ascendencia florentina cercana en espíritu a la del Palazzo Medici de Michelozzo, un siglo anterior- y también le dio un punto focal al recalcar la ventana central que había sobre el portal, coronándola con un enorme escudo de armas. Las modificaciones hechas por Miguel Angel en la hilera superior del patio interior también añadían vitalidad a la estructura densa, oero el genuino sentimiento de Sangallo por la fuerza e influencia de los enormes pilares de mampostería de la arcada, inspirados en el teatro de Marcelo y el Coliseo, y por los macizos volumenes del corredor de entrada cubierto por una bóveda de cañón, entra directamente en la tradición del monumentalismo renacentista.


La ancha y profunda plaza que hay frente al palacio constituye un importante capitulo en la historia urbana de Roma. Grabados de 1495 representan el pavimento de una piazza dividido en cuadrados, que se corresponden con la anchura de los paños, sugiriendo que en una etapa existía un proyecto integrado que relacionaba el palacio y la plaza. Este concepto que puede haber evolucionado del interés de Miguel Angel en el planeamiento urbano, da al palacio una dimensión escenográfica adicional, haciéndolo más impresionante que lo que ya es virtud de su tamaño gigantesco. El complejo palacio-plaza del siglo XVI debe ser contemplado como otra contribución significativa del Renacimiento a la historia del diseño urbano.


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GIEDION S., Espacio, tiempo y arquitectura. Edit. Edit. Reverté. Barcelona, 2009.


Págs. 65-183. “Nuestra herencia arquitectónica”


La nueva concepción del espacio: la perspectiva y el urbanismo.


La perpectiva y los elementos constitutivos de la ciudad. Resultaría engañoso juzgar simplemente el urbanismo renacentista por estas versiones sucesivas de la città ideale. La idea de la ciudad como una entidad en la que pueden coordinarse las interacciones de miles de vidas diferentes era ajena al temperamento de esa época. Ninguno de los grandes artistas del Renacimiento nos ha dejado una planta para una nueva clase de ciudad: ni Bramante, ni Miguel Ángel, ni siquiera Leonardo, de cuya visión de futuro -que tan a menudo iba siglos por delante de su tiempo- casi se podría haber esperado.


Lo que era nuevo en el diseño cívico del Renacimiento debe buscarse en otro sitio: en la absoluta maestría de algunos de los elementos constitutivos de una ciudad. En ese campo, Bramante y Miguel Ángel abrieron posibilidades desconocidas hasta entonces. Situado entre la fructífera época del Gótico -con su espíritu comunitario- y el absolutismo del Barroco, el Renacimiento fue un periodo preparatorio en el ámbito del urbanismo. En los países septentrionales, el siglo XV era todavía completamente gótico, pero en Italia la situación era más complicada. Aunque la perspectiva estaba creando una nueva actitud mental, la tradición gótica perduraba de muchas maneras e influía en la implantación de las mejoras urbanas, particularmente en las plazas públicas. En términos sociológicos, Italia y los países del norte no tenían en absoluto unas diferencias tan marcadas durante este periodo de transición.


El muro, la plaza y la calle. El Renacimiento aprendió a manejar grandes volúmenes y a configurarlos en nuevas formas. A menudo los palacios se desentendían de los hogares de la gente del lugar, de las calles y las plazas. Pero sus constructores descubrieron cómo podían abrirse a la calle grandes paños de muros. Esto era algo que la antigüedad nunca había logrado, aunque aquí y allá permitía a veces vislumbrar la calle desde una o dos ventanas. Estos palacios renacentistas miraban con los ojos muy abiertos al mundo de fuera, como si estuviesen tratando de valorarlo precisamente con la nueva técnica de la perspectiva. Aunque los alzados góticos están con frecuencia perforados en gran medida por la fenestración, las ventanas están aisladas, perdidas en una vasta extensión de muros, como ocurre en el Palazzo della Signoria de Florencia, construido en el siglo XIII.


Sin embargo, en el apogeo del Renacimiento, hacia 1500, encontramos ventanas alineadas unas encima de otras, todas ellas tratadas como motivos independientes y acentuadas por un frontón, por pilastras o columnas, pero articuladas rítmicamente unas con respecto a otras.


En ningún otro edificio pueden apreciarse con más claridad los cambios sufridos por las superficies murales que en el Palazzo Farnese, en Roma, que el cardenal Alessandro Farnese comenzó en 1514. Antonio Sangallo el Joven proyectó este edificio y lo levantó hasta la cornisa de cubierta; pero Miguel Ángel, entre otros, se hizo cargo de él tras la muerte de Sangallo en 1546, es decir, justo al final del Renacimiento tardío. El volumen de Sangallo aplasta el espacio de la plaza delantera, lo que ejemplifica el exagerado individualismo de la mentalidad renacentista. La magnificencia increíblemente pretenciosa de esta residencia para un hombre soltero apunta a la inminencia del Barroco.


Alessandro Farnese empezó a construirse el palacio siendo cardenal y lo acabó siendo el papa Pablo III; este personaje representa la transición del individualismo al absolutismo. Miguel Ángel supo expresar esto en términos escultóricos. Sangallo ya había enfatizado la ventana central con dos arcos concéntricos, pero Miguel Ángel empezó a trabajar de un modo completamente distinto. En marcado contraste con los frontones alternativamente triangulares y curvos situados sobre las ventanas de ambos lados, colocó un arquitrabe encima de la ventana central dominante, donde todo el énfasis se concentra en un enorme blasón tallado con el escudo de armas de los Farnese y coronado por la tiara papal. Esta ventana monumental parece estar esperando la llegada del gran señor que está a punto de dejarse ver ante el pueblo.


En la fachada al jardín, el Palazzo Farnese da a la Via Giulia, trazada por Bramante, y al Tíber. Miguel Ángel entendió que se necesitaba más espacio abierto en torno a la enorme mole del palacio y propuso construir un puente sobre el río para que se incluyese la Villa Farnesina y el barrio del Trastevere, tal como más tarde se hizo con los accesos a muchos châteaux franceses.


 

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