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Pabellón del cemento, Exposición Nacional Suiza

  • 1939 -
  •  
  • MAILLART, Robert
  •  
  • Zúrich
  • Suiza

CURTIS William. J. La arquitectura moderna desde 1900. Edit. Phaidon. Hong Kong, 2006.


Págs.371-391. “Internacional, nacional y regional: La diversidad de una nueva tradición”


Hacia al final de la década, Maillart experimentó con una construcción a base de cáscaras de hormigón que permitía la reducción al mínimo del grosor de las superficies planas. El pabellón del cemento construido para la exposición Nacional de Zurich de 1939, era de sección parabólica y se apoyaba en cuatro esbeltos pilares. Como una hoja curvada en máxima tensión, la superficie era completamente lisa por dentro y por fuera, sin nervios de ninguna clase.


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GIEDION, S.,  Espacio, tiempo y arquitectura. Edit. Reverté. Barcelona, 2009.


Págs. 247-675.“El espacio-tiempo en el arte, la arquitectura y la construcción” 


pág.447. CONSTRUCCIÓN Y ESTÉTICA: LA LOSA Y EL PLANO. Los puentes de Robert Maillart


Pág.465 El pabellón del cemento, 1939. Al final de su vida, Maillart tuvo al menos una oportunidad de expresarse sin la necesidad restrictiva de resolver problemas prácticos: fue en el pabellón de la compañía suiza de cementos Portland en la Exposición Nacional Suiza de 1939,celebrada en Zúrich (figura 287). En él Maillart pudo poner de relieve el arte y la elegancia que puede exhibir una estructura de hormigón armado.


 Este pabellón estaba destinado desde el principio a ser destruido como modelo para experimentos de resistencia a las cargas. Y sin embargo, este edificio probeta llegó a ser parte de la historia.


 Una bóveda de cañón parabólico de extrema delgadez (seis centímetros) -con la parte posterior ligeramente cónica- toca el suelo con dos pares de esbeltos soportes situados en el medio (figura 288). Al ascender y rodear la bóveda, estos soportes forman dos nervios rigidizadores que, junto con la pasarela de conexión que salva la luz entre ellos, era lo único que Maillart necesitaba para crear una construcción sólida que flotase sobre la tierra como un globo de seda a punto de elevarse.


 Kurt Schwitters, poeta y pintor dadaísta, observó una vez: «Cuando un artista escupe, eso es arte.» En manos de un gran ingeniero, este pabellón, concebido tan sólo para combinar la resistencia con la máxima ligereza, se convirtió inmediatamente en una obra de arte.


 Esta ligera y sólida bóveda de cañón podría imaginarse fácilmente como parte de un centro cívico. Maillart abordó inconscientemente el problema aún no resuelto del abovedamiento en nuestra época. Con muy pocas excepciones (Le


Corbusier, Aalto y algunos otros) los arquitectos contemporáneos se muestran bastante vacilantes en cuanto abordan la cuestión del techo, donde pueden dar rienda suelta a su imaginación. El genio del siglo XIX dio forma a los etéreos vanos de los grandes edificios de exposición. Pero las vigas de celosía de hierro eran efímeras por naturaleza. Los pabellones más brillantes han desaparecido, y la torre Eiffel sólo se mantendrá en pie mientras sus roblones se sigan comprobando continuamente y sus elementos estructurales se protejan de la oxidación.


 ¿Cuál será la bóveda de nuestra época en los grandes edificios públicos aún por llegar? El hormigón armado y especialmente las losas de muy poco grosor, que pueden doblarse como el cartón, tienen la resistencia y la permanencia que nos gustan. La losa con armadura de refuerzo fue usada por Maillart y Freyssinet (figuras 278 y 288) en forma de láminas curvadas en una dirección; y se usó con forma circular en cúpulas rebajadas en Algeciras (España), depósitos de agua en los Estados Unidos y casinos de juego en Brasil. El ingeniero Ove Arup, junto con la Architects' Cooperative Partnership, cubrió un edificio fabril inglés (en 1947-1948) con nueve láminas de hormigón, sumamente delgadas y curvadas en dos direcciones.


 Todo lo que hace falta son arquitectos que sepan cómo estimular la imaginación de los ingenieros. Los ingenieros son capaces tanto de satisfacer las necesidades emocionales como de resolver los más intrincados problemas prácticos. El Pabellón del Cemento de Maillart apunta en esa dirección. Maillart, como humilde servidor de los arquitectos, construyó gran número de edificios que no revelan que él tuviese nada que ver con ellos; nunca encontró un arquitecto que supiese incorporar íntegramente su genio; aunque era grande, estaba solo. Maillart no es un caso aislado. Algo tristemente característico de ese periodo es que ingenieros como Maillart, escultores como Brancusi, Arp o Pevsner, pintores como Picasso o Léger, tuvieron que crear sus obras en soledad. Por tanto, ese período produjo fragmentos, entidades encomiables en sí mismas, pero se le negó la posibilidad de crear una orquestación en un conjunto global.


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