págs. 231-245. "Pax americana: la arquitectura en Estados Unidos, 1945-1965"
Contracorrientes. Ahora debemos atender a alguna de las corrientes que comenzaron a dejarse sentir en la década de 1950. Tales enfoques actuaban en muchos aspectos distintos y con frecuencia tiraban en direcciones opuestas; algunos eran extensos análisis de la sociedad norteamericana llevados a cabo por sociólogos, académicos o periodistas; otros eran intentos, por parte de diseñadores o arquitectos, de corregir lo que consideraban los puntos débiles de la teoría artística y arquitectónica moderna.
La crítica a las grandes corporaciones.
La filosofía idealista cuidadosamente elaborada por Mies y su desprecio por las trivialidades de la vida cotidiana a favor de una expresión purificada del Zeitgeist (el espíritu de la época) coincidían exactamente con las sofisticadas exigencias de la disciplina coorporativa, una disciplina aceptada por SOM de manera incondicional y en sus propios términos. Era precisamente esa disciplina coorportivia la que atacaban escritores como David Riesman (La muchedumbre solitaria, 1950) y William H. Whyte (El hombre organización, 1956), quienes veían las grandes corporaciones como colectivos deshumanizados que producían un nuevo tipo de personalidad “dirigida a otros” que se ajustaba nerviosamente a las opiniones de sus iguales (coorporativos).
Estas críticas eran notablemente distintas a las de los sociólogos alemanes de finales del siglo XIX como George Simmel. Mientras que para Simmel en individualismo (el tipo displicente) era un mecanismo defensivo desarrollado para afrontar la pérdida de la comunidad en una economía basada en el dinero, para Riesman y Whyte era una virtud primordial norteamericana, amenazada por el conformismo de las grandes corporaciones.
La crítica a estas grandes corporaciones también se ejerció en un plano más político C. Wright Mills (La élite del poder, 1956) veía signos de una nueva e insidiosa clase de totalitarismo en la propia dispersión del poder que era la esencia del capitalismo coorporativo, algo evidente en los múltiples lazos existentes entre las grandes corporaciones, los militares y el gobierno. Sin embargo, el pesimismo de Mills no era compartido por su colega sociólogo Talcott Parsons, para quien la enmarañada estructura del poder político moderno era sintomática de un sistema social autorregulado y de alto rendimiento que había dado como resultado, necesariamente, el sacrificio del individuo a favor de la totalidad orgánica.
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págs. 10 -25. "La crisis del objeto"
¿A qué nos referimos cuando utilizamos el concepto de ‘‘sistema arquitectónico’’? Ciertamente el concepto de sistema no es nuevo en el pensamiento, sino que arranca de la Crítica de la razón pura de Immanuel Kant quien, precisamente, definía la arquitectónica como el arte de construir sistemas. El concepto ya aparece en Étienne Bonnot Condillac y su Tratado de los sistemas (1749), y en G.W.F. Hegel, quien definió una verdadera sistemática que consistiría en la articulación de cada cosa en el todo. Como método, la Teoría General de Sistemas se consolidó en la década de 1960, en evolución próxima a otras teorías generales, como la psicología de la Gestalt, que analiza sistemas según la percepción de las formas, o como el estructuralismo, que tiene sus raíces en el análisis sistemático de las
Teoría General de Sistemas, surgida en el campo de la biología, se ha extendido a otras disciplinas, ha alcanzado mayores grados de complejidad, ha sido reforzada instrumentalmente por la cibernética y la teoría de la información y ha sido la base de las posibilidades de los sistemas informáticos. El sociólogo alemán Niklas Luhmann (1927-1998)ha sido uno de los autores que ha llevado la teoría de los sistemas a su mayor conceptualización, complejidad y dinamicidad, aproximándola al terreno de los procesos, la incertidumbre, la adaptabilidad y la ausencia de sujeto. Siguiendo la sociología del norteamericano Talcott Parsons, Luhmannconsideró que sistema y acción pueden confluir en una única teoría. Ello abrió la posibilidad de síntesis entre la sociología de la acción, tal como la planteó Max Weber, y la sociología de los sistemas organizativos, según Émile Durkheim.
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