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LANGLEY, Batty

  • Arquitecto
  •  
  • 1696 - Twickenham. Reino Unido
  • 1751 - Londres. Reino Unido

 BENEVOLO, L., Historia de la arquitectura moderna. Edit. Gustavo Gili. Barcelona, 1987.


Págs.. 61-84.“ La época de la reorganización y los orígenes de la urbanística moderna (1983-1850)” 


El movimiento neogótico. El año 1830, que señala el comienzo de las reformas sociales y urbanísticas, señala también el éxito del movimiento neogótico en la arquitectura.


 La posibilidad de imitar las formas góticas en vez de las clásicas está presente en la cultura arquitectónica desde mediados del siglo XVIII y acompaña con manifestaciones marginales todo el ciclo del neoclasicismo, confirmando implícitamente el carácter convencional de la opción neoclásica.


 En el cuarto decenio del XIX esta posibilidad se concreta en un verdadero movimiento que se presenta con motivaciones precisas, tanto técnicas como ideológicas, y se contrapone al movimiento neoclásico. Como resultado de este enfrentamiento se llega a una aclaración decisiva sobre los fundamentos de la cultura arquitectónica; de hecho, el nuevo estilo no reemplaza ni se une al precedente, como sucedía en épocas pasadas, sino que permanecen uno junto al otro como hipótesis parciales, y todo el panorama de la historia del arte se presenta, muy pronto, como un conjunto de múltiples hipótesis estilísticas, una para cada uno de los estilos pasados.


 Quizá sea así posible ver la relación que une el movimiento neogótico con las reformas estructurales de esta época. Las reformas comienzan cuando los problemas de organización derivados de la revolución industrial se delinean con suficiente claridad y se hace evidente la imposibilidad de conservar las antiguas reglas de conducta. Al mismo tiempo, en lo que a arquitectura se refiere, no parece posible mantener la ficticia continuidad con la tradición clásica, y se patentiza la naturaleza convencional del recurso a estilos del pasado, si bien el problema queda sólo planteado a la espera de una solución no convencional.


 En el siglo XVIII, el uso de las formas góticas se presenta como una variante del gusto por lo exótico, y tiene un carácter marcadamente literario. B. Langley, en 1742, publica un curioso tratado, Gothic Architecture Restored and Improved en el cual trata de deducir de las formas medievales una especie de nuevo tipo de orden, pero su intento no es seguido. En 1753, el novelista H. Walpole manda reconstruir en estilo gótico su villa de Strawberry Hill, en Twickenham (figura 59); en 1796, J. Wyatt construye para el literato W. Beckford la residencia de Fonthill Abbey, que de acuerdo con los deseos del cliente debe ser «un edifico ornamental con la apariencia de un convento en ruinas, pero que contenga todavía alguna dependencia al amparo de la intemperie».


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KOSTOF, Spiro. Historia de la Arquitectura. Edit. Alianza Editorial.Madrid, 1988.


Tomo 3. Pags. 957-993. Una arquitectura para un nuevo mundo.


Págs. 959-960. Europa bajo conmoción. El liderazgo de Inglaterra.


La Reina Ana murió en 1714, y la guerra de sucesión acabó cuando un príncipe de la Casa de Hannover ascendió al trono como George I. Ello condujo al partido liberal (Whig) al poder; éstos eran hombres de la Ilustración que, en contraste con los conservadores (Tories), defendían la supremacía del Parlamento y el Bill of Rights. Este nuevo talante de libertad nacional y de xenofobia funcionó en contra de la grandiosa manera de Wren y sus discípulos, centrada en la corte. Este fue el trasfondo de un repentino e inesperado cambio de gusto, maquinado por un pequeño y determinado grupo de hombres encabezados por Richard Boyle, tercer conde de Burlington, que consiguieron que la arquitectura regresara a los tiempos de Iñigo Jones y Palladio.


En 1715 aparecía en Londres la primera entrega de una elaborada edición inglesa de los Cuatro Libros de Arquitectura de Palladio. El mismo año el primer volumen del Vitruvius Britannicus de Colen Campbell volvía a dar a conocer al público, mediante soberbios grabados, los edificios de Iñigo Jones. En el prefacio, Campbell condena rotundamente el barroco italiano. Después de Palladio «se había perdido la grandiosa manera y el gusto exquisito de la construcción», a excepción de Iñigo Jones, que retoma y culmina lo que el maestro de Vicenza había comenzado. He aquí las bases del Neo-Palladianismo, el movimiento que dominará la Inglaterra georgiana y que dará forma a su arquitectura, tanto privada como pública, durante casi cuarenta años.


Hay dos promotores tras este movimiento de sorprendente éxito. La habilidad y los medios de su patrón principal, Lord Burlington, deben consignarse en primer lugar. Sus dos hogares familiares, la casa de Picadilly (Londres) y la finca campestre de Chiswick, se convirtieron en vitrinas de exposición del nuevo estilo. Allí, Burlington se rodeó de artistas y hombres de letras, incluyendo a Campbell y al decorador y diseñador de paisajes William Kent (ca. 1685-1748). Burlington era un liberal. Soñaba con un idioma universal representativo de la libertad que fuera expresión del presente democrático e ilustrado de la nación. Las fórmulas derivadas de Palladio, simples, razonables y fáciles de aprender podían difundir esta respuesta propiamente inglesa a la arquitectura del absolutismo y de la Iglesia Católica.


Y aquí, el fenómeno de un manual arquitectónico tenía un papel decisivo que jugar. Estos manuales baratos y compactos producidos y destinados para los artífices de las construcciones ofrecían explicaciones breves y prácticas de detalles como puertas, ventanas, etc., que podían ser copiados directamente (Figs. 22.7, 22.8b). Los más conocidos de estos libros son los de los prolíficos William Halfpenny y Batty Langley. A través de ellos el Neo-Palladianismo se «ponía al alcance de la capacidad más humilde», como decían las páginas de su título. La regulación y normalización de la construcción de viviendas que resultó de varias Actas del Parlamento promulgadas después del Gran Incendio de 1666 se extendió ahora a los adornos del gusto. Calles enteras fueron delimitadas por casas prácticamente iguales (Fig. 22.8a). Generalmente eran producidas en masa por empresarios especulativos de la industria de la construcción especialmente albañiles y carpinteros. El material empleado era el ladrillo; el solar era normalmente estrecho. La casa se asentaba en la parte frontal de su parcela alargada, con un patio o jardín en la parte posterior; para la clientela más adinerada se añadía una cochera y un establo. Cada planta tenía dos habitaciones, una detrás de la otra, con un pasillo y una escalera a un lado. La disposición vertical de la vivienda era tan típica de Londres como lo era la extensión horizontal de los hôtels de París con sus appartements. Desde la calle, unos escalones conducían a la puerta principal que tenía un marco palladiano en madera, generalmente pintado de blanco. La planta baja estaba tratada como una especie de podio, haciéndose más hincapié en los pisos superiores. Estos podían estar articulados por pilastras y columnas adosadas o bien desplegar su clasicismo en los marcos de las ventanas y en la cornisa superior, y por supuesto en las proporciones. Las cornisas con aleros de madera fueron prohibidas por un estatuto de 1707, por lo que se generalizaron los tejados en parapeto. Por los mismos años, las ventanas de bisagra dejaron paso a las de guillotina con marco retranqueado, de invención holandesa.


 

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