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NAVIER, Louis Marie H.

  • Ingeniero y fisico
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  • 1785 - Dijon. Francia
  • 1836 - Paris. Francia
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FUSCO Renato de .,  Historia de la arquitectura Contemporánea. Ed. Celeste. Madrid,1992.


Págs.11-64.“El Eclecticismo Historicista” 


Por estas dicotomías, y por otras razones que ya veremos, somos propensos a considerar la totalidad de la realidad tecnológica de la arquitectura desde finales del XVI y todo el siglo XIX como un fenómeno que se enmarca en el cuadro del eclecticismo historicista. Ciertamente, la arquitectura de la ingeniería es la más distante de los revivals de su época; es la que mejor consigue sustraerse a la repetición pasiva de estilemas historicistas y de las otras aporías en las que incurre la obra de los arquitectos, gracias todo ello a su carácter científico (Louis- Marie H.Navier pública en 1826 el curso de ciencia de las construcciones pronunciado en la École polytechnique) y tecnológico (la producción, tras el descubrimiento de A. Darby de la fundición, del hierro forjado, del acero y más tarde del hormigón armado) y, sin embargo, no del todo inmune a tales aporías. Veremos, efectivamente, además de las dicotomías mencionadas y de las relaciones entre la obra de los ingenieros y las corrientes neoclásica y neogótica, a las que dedicaremos un párrafo específico, la manifestación diversa y a veces contradictoria de la producción ingenieril en las diferentes tipologías edificatorias.


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BENEVOLO, L., Historia de la arquitectura moderna. Edit. Gustavo Gili. Barcelona, 1987.


Págs.14-60. 1ªPARTE. LA FORMACIÓN DE LA CIUDAD INDUSTRIAL. “La Revolución Industrial y la arquitectura (1760-1830)”


A)   Los progresos científicos y la enseñanza.


La ciencia de la construcción, tal como la entendemos hoy en día, estudia algunas consecuencias particulares de las leyes de la mecánica, y nace, podemos decir cuando se formulan por primera vez dichas leyes, en el siglo XVII: Galileo dedica, en 1738, una parte de sus diálogos a discutir problemas de estabilidad.  


Entre tanto, la difusión del espíritu científico y la aspiración de los arquitectos a alcanzar los límites de empleo de los materiales y de los sistemas constructivos tradicionales estimulan diversos tipos de investigaciones experimentales.


En Roma se discute sobre las condiciones de estabilidad de la cúpula de San Pedro, y Benedicto XIV encarga al marqués de Poleni, físico y arqueólogo de la Universidad de Padua, un estudio sobre el tema, publicado en 1748.


En París se organiza un amplio debate en torno a los trabajos de la iglesia de Sainte-Geneviève," proyectada en 1755 por Soufflot, con el intento de asignar a cada elemento tradicional una función estática precisa y las mínimas dimensiones compatibles con tal función. En esta ocasión se determina el concepto de coeficiente de seguridad y se inventan mecanismos capaces de medir las resistencias de los materiales.


Prácticamente contemporáneos son los estudios de Coulomb sobre la torsión y sobre el empuje de tierras y bóvedas y el descubrimiento de una ecuación general para la determinación del eje meutro, siguiendo la teoría de Parent.


Todos los resultados de estos estudios son coordinados y completados en las primeras décadas del siglo XIX por Louis-Marie H Navier (1785-1836), considerado el fundador de la moderna ciencia de la construcción; en 1826 se publicó el texto de sus lecciones dadas en la Ecole Polytechnique de París.


La ciencia de la construcción, como dice Nervi, «ha democratizado y popularizado el hecho estático», posibilitando a muchos proyectistas afrontar correctamente, con fórmulas que pueden disponer de antemano, algunos temas antiguamente reservados a una minoría de superdotados. Por otra parte, ha supuesto una separación entre teoría y práctica, contribuyendo a disgregar la unidad de la cultura tradicional, pero también ha movilizado el repertorio de métodos y formas heredados de la antigüedad.


La investigación científica influye, por otra parte, en las técnicas de construcción, modificando los instrumentos de proyectar; también en esta ocasión las dos principales innovaciones tienen su origen en Francia: la invención de la geometría descriptiva y la introducción del sistema métrico decimal.


Gaspard Monge (1746-1818) formula las reglas de la geometría descriptiva, entre los últimos años de la Monarquía y los primeros de la Revolución. Generalizando los métodos introducidos por los tratadistas del Renacimiento, Monge expone de forma rigurosa los varios sistemas de representación de un objeto tridimensional en las dos dimensiones de una lámina; los proyectistas ponen así un procedimiento universal para determinar unívocamente, a través de dibujos. Cualquier disposición de los elementos constructivos, por complicada que sea, y los constructores tienen una guía para interpretar unívocamente los gráficos elaborados.


El sistema métrico decimal es introducido por la Revolución Francesa, en su esfuerzo de cambiar absolutamente todas las instituciones de la vieja sociedad siguiendo modelos racionales.


En 1790, Telleyrand presenta a la Asamblea Constituyente un informe deplorando la variedad y confusión de las viejas unidades de medida, y propone que sea adoptado un sistema unificado. Después de largas discusiones es nombrada una comisión compuesta por C. Borda, A. Condorcet, J. L. Lagrange, P. S. Laplace y G. Monge para decidir qué unidad sea la más adecuada; se discute si se hará referencia al péndulo (dado que su longitud, según la ley de Galileo, es proporcional al tiempo de oscilación) o a una fracción determinada del ecuador o del meridiano, y se propone la 40 millonésima parte del meridiano terrestre. Los trabajos de medida, confiados a una comisión geodésica, duran hasta 1799, mientras otra comisión decide las reglas necesarias para determinar las restante unidades, proponiendo en 1795 el sistema métrico decimal. El metro patrón, realizado en platino de acuerdo con las medidas realizadas, se deposita en el museo de Artes y Oficios de París el 4 de messidor del año VII (22 de junio de 1799), y el nuevo sistema es implantado obligatoriamente en Francia en 1801.


Napoleón no ve con buenos ojos esta innovación, revocándola en 1812, pero las exigencias de uniformidad y exactitud que indujeron a los revolucionarios a instituir una nueva unidad de medida se hacen más evidentes con el desarrollo de la industria, y son muchos los Estados que se avienen al sistema métrico decimal: Italia en 1803, Bélgica y Holanda en 1820, y a partir de 1830 los estados sudamericanos; en 1840 se restablece el sistema en Francia. El patrón definitivo es construido en 1875, y el 20 de mayo del mismo año se ratifica la Convención Internacional del Metro, a la que se van adhiriendo paulatinamente todos los países, salvo los anglosajones y algunos otros.


La adopción de un sistema unificado facilita la difusión de los conocimientos, los intercambios comerciales, y procura a las técnicas de construcción un instrumento generalizado, cuya precisión puede llegar hasta donde sea preciso, de acuerdo con las exigencias cada vez más rigurosas de los nuevos procedimientos. Al mismo tiempo, influye en el proyecto e «introduce una cierta desintegración en la arquitectura», como decía Le Corbusier," porque se trata de una medida convencional, que no tiene en cuenta al hombre, mientras que las antiguas medidas -pies, codos, etc.-, hacían siempre cierta referencia a la estatura o medidas humanas.

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