Págs. 621-669. ”Formación del Movimiento Moderno en Europa entre las dos guerras. Los progresos de la arquitectura europea entre 1930 y 1940”
5.- España.
Es ésta una de las tres primeras obras decididamente adscritas al Movimiento Moderno que se construyen en España entre los años 1927-1928, siendo las otras dos la estación de servicio para automovilistas de Casto Fernández-Shaw (año 1927), y la casa para el marqués de Villora que Rafael Bergamín proyecta en 1926 y lleva a cabo en 1927, ambas situadas en Madrid. Estos tres arquitectos García Mercadal, Bergamín y Fernández-Shaw constituyen las figuras más relevantes de la generación de 1925, denominada así porque hacia ese año se iniciaría la actividad profesional de sus componentes y porque para buena parte de ellos la visita a la Exposición de las Artes Decorativas de París, de dicho año, iba a suponer un revulsivo de decisiva influencia en su actuación futura.
Sánchez Arcas, Lacasa, Aguirre, Los Santos, Blanco Soler, Arniches, Domínguez, Azpiroz, Gutiérrez Soto, etc., se encuentran, además de los tres citados, entre los más notables representantes de este grupo que sin hallarse, de hecho, integrados en una asociación formalmente establecida, como ocurriría posteriormente con el GATEPAC, constituyen, en definitiva, una entidad reconocible tanto por su común ideología como por el carácter de su obra y, en último término, por su vinculación predominante al ámbito madrileño. Como otros rasgos comunes a los componentes de esta generación de 1925 podrían destacarse su tendencia al trabajo en equipo y la frecuencia de sus desplazamientos al extranjero, fuente de inspiración y estímulo para su trabajo.
Arquitectos pertenecientes a la generación de 1925 construirán la mayor parte de la arquitectura de vanguardia que se realiza en Madrid hasta 1936 entre la que cabría mencionar las colonias «Parque-Residencia» (Bergamín-Blanco Soler) y «El Viso» (Bergamín, con la colaboración de Luis Felipe Vivanco); los edificios de la Ciudad Universitaria, destacando el dedicado a central térmica (Sánchez Arcas), la Facultad de Ciencias (Miguel de Los Santos), la Facultad de Filosofía y Letras (Agustín Aguirre) y las residencias de estudiantes (Lacasa), además de muchos otros edificios entre los que citaríamos los edificios del Instituto Escuela (Arniches y Domínguez), el cine Barceló y la casa en la calle Almagro (ambos de Gutiérrez Soto), situados todos ellos en Madrid. A estas obras sería preciso añadir el frontón Recoletos, de Torroja y Zuazo y el hipódromo de la Zarzuela, obra culminante de la colaboración del notable ingeniero con los arquitectos Arniches y Domínguez.
La generación de 1925 constituye en sus inicios una especie de generación de tránsito que prepara, en cierto modo, el camino a los arquitectos del GATEPAC, grupo que, al menos a través de sus figuras más sobresalientes, sería capaz de calar profundamente en las causas de diversa índole determinantes de aquella radical transformación arquitectónica que se perseguía y en los problemas de todo tipo no sólo de lenguaje, que semejante renovación debía afrontar. En todo caso los arquitectos de la generación de 1925, pese a que con frecuencia no parezcan capaces de ir más allá de transformaciones epidérmicas -y esto es un fallo que puede también señalarse en ciertos casos a los componentes del GATEPAC- son en definitiva los responsables de esta iniciación española por caminos conectados con los de la vanguardia europea y, aún dentro de sus vacilaciones y fallos conceptuales, logran llevar a cabo un conjunto de obras a las que es preciso conceder un lugar preferente en el panorama de la arquitectura española de su tiempo.
---
Pág. 813-941. "La segunda posguerra en Europa"
6.-España.
Los proyectos que en estos años se propondrán en la capital, por una parte, y en el contexto catalán, por otra, serán realmente diferentes.
En Madrid, la aparente unidad expresada por la común utilización de lenguajes históricos encerrará maneras distintas de entender la arquitectura inicial: Luis Moya, autor en 1937 del Sueño arquitectónico para una Exaltación Nacional y defensor de la validez de la tradición artesana en el libro Bóvedas tabicadas, de 1947, tendrá una concepción mitificada, neoplatónica y católica que culminará en la reinterpretación de la Ciudad Sagrada - el nuevo Templo de Jerusalén o el nuevo Escorial- en la Universidad Laboral de Gijón (1945-1956); Gutiérrez Soto, en obras como el Ministerio del Aire en Madrid (1941), utilizará un lenguaje clásico como técnica útil y neutral; o Francisco Cabrero, influido por la pintura metafísica y el clasicismo italiano en obras como su propuesta para el Valle de los Caídos (1942), realizará, por otra parte, el Grupo de Viviendas Virgen del Pilar, en Madrid (1948-1949), siguiendo la propuesta de construir a base de bóvedas tabicadas.
Concursos como el del Edificio de Sindicatos o el del Valle de los Caídos sirven para mostrar el estado de la arquitectura de la época, delatando las propuestas próximas al nuevo ideal y las diferencias entre los diversos arquitectos. Y será la ardua realización del Valle de los Caídos la culminación y el final de esta arquitectura de exaltación al Estado que acabará hablando sólo de ella misma y que, precisamente, no se levantará en la capital sino sobre la llanura desierta, contemplando el vacío.
En Cataluña, el uso del lenguaje académico generalizado se llevará adelante desde una actitud más arqueologista, según una producción limitada - a causa de la carestía económica - y con un marcado carácter de sencillez y cotidianeidad. En Barcelona se edificarán iglesias, como la del Pilar (1943-1944) de A. Fisac; bancos, como el Vitalicio (1936-1946) de Bonet Garí; o edificios de vivienda en la parte alta del Ensanche burgués, como el conjunto Frare Negre de E. Bona (1940); y en los lugares de verano se construirán residencias como La Senva Blanca en Sagaró, Gerona (1949). de F. Folguera.