Págs. 942-1023.”El cambio de los años sesenta”
1.-La crisis de los CIAM y el TEAM X
En la década de los años sesenta tiene lugar un cambio que tan sólo hoy, con el paso del tiempo podemos valorar; por un lado, la arquitectura moderna se extiende por todo el mundo, y acumula unos resultados cada vez más numerosos y más variados; por otro lado, pierde las características de un movimiento unitario, con las características de los cincuenta años anteriores.
Este viraje se evidencia antes en los hechos que en las discusiones teóricas, e intentaremos captarlo por medio del examen de cinco series de acontecimientos: la crisis de las formas de asociación propias de los cincuenta años anteriores, la muerte de los maestros, las experiencias proyectuales de grandes dimensiones – que ponen a prueba de forma real, los modelos de agregación estudiados anteriormente-, el debate sobre la ciudad y el que se refiere a las nuevas tendencias arquitectónicas.
La importancia de los CIAM, creados en 1928 en La Sarraz, decae con el tiempo. De 1928 a 1930 aportaron una contribución fundamental a la nueva cultura arquitectónica; de 1930 a 1951 sirven para comparar y sintetizar las experiencias empezadas en todo el mundo, conservando un amplio consenso, a partir de 1953 se evidencian, más bien, los desacuerdos entre los distintos grupos pertenecientes a varias generaciones y a países distintos, comprometidos en determinadas búsquedas cada vez más heterogéneas.
En 1953, en Aix en Provence, los “jóvenes” que no tuvieron una experiencia directa en la fase final del movimiento – Candillis (1913), Bakema (1914), Van Eyck (1918) y los Smithson (1923 y 1928) – critican, en línea de principio, las fórmulas teóricas nacidas de las reuniones anteriores, a partir de la Carta de Atenas de 1941 hasta la relación de Sert referente al CIAM de 1951, dedicado al “corazón de la ciudad”, y presentan sus primeros proyectos importantes – el Alexanderpolder y el Golden Lane, basados en un acercamiento más complejo a la realidad del ambiente urbano.
Estos arquitectos son los encargados de la preparación del décimo congreso; se organizan en un grupo, que toma el nombre de Team X. El grupo se reúne en 1954 en Doorn y en 1955 en Paris; convocan a otros arquitectos de una línea similar, entre los cuales se encuentra Ralph Erskine y toman contacto con Le Corbusier. El décimo CIAM tiene lugar en Dubrovnik en 1956, sin la presencia de los viejos dirigentes que dimiten. Le Corbusier, con su habitual inteligencia, acepta de buen grado este viraje y escribe en aquella ocasión: "Los que ahora tienen cuarenta años -nacidos hacia 1916, en medio de guerras y revoluciones- y los que por entonces aún no habían venido al mundo y que ahora tienen veinticinco años -nacidos hacia 1930, durante los preparativos para una nueva guerra y en medio de una profunda crisis económica, social y política-. todos aquellos que se encuentran, por tanto, en el corazón del presente, son los únicos capaces de entender los problemas reales de manera personal y profunda, las metas que buscar, los medios para alcanzarlas, la percuta urgencia de la situación actual. Son ellos los entendidos. Sus antecesores ya no lo son; están acabados; ya no están sometidos al impacto directo de la situación."
Pero la nueva “situación” no se presta a una resolución con formulaciones de principio, y a la vieja dirección sucede un comité de coordinación presidido por Bakema, que se encarga de preparar, en 1959, una confrontación – lo más amplia posible - entre las experiencias en curso.
Para esta reunión decisiva se escoge el Museo Kroller-Muller, construido por Van de Velde en Otterlo, Holanda. Los participantes provienen de todo el mundo – entre ellos Kenzo Tange de Japón, Louis Kahn de Estados Unidos - y presenta sus obras, pero sólo unos pocos (Bakema y Van den Broek, con el plan de Noord Kennermeerland y los Smithson con los proyectos de Coventry y del centro de Berlín) siguen proponiendo una metodología común, válida a escala internacional. La discusión demuestra que esta exigencia no es compartida por la mayoría de los arquitectos, y sólo queda recoger la documentación de los dibujos de las declaraciones y de los debates que saldrán, en 1961, como primer volumen de una colección del editor Karl Kramer de Stuttgart. Desaparece así, la finalidad fundamental de la serie de los congresos, y los participantes, en su última reunión, deciden separar su actividad de la sigla de los CIAM poniendo así fin a la institución... TEAM X...
... Más tarde hubo varios intentos para resucitar los CIAM. Hay que recordar el ICAT (International Congress for Architecture and Townplanning), promovido por el lusemburgues Jos Weber, junto a un grupo de arquitectos europeos, en su mayoría alemanes, que se reunió en Otterlo, en 1982; en Hamburgo en 1983, y en Copenhaguen en 1984, con la participación de algunos personajes del ciclo anterior, Cor Van Eesteren y Alfred Roth. Pero el contraste entre esta fórmula y los recientes desarrollos es irremediable, y las finalidades propuestas (la continuidad de la proyectación y de la construcción, el intercambio de experiencias, la búsqueda de soluciones comunes) deberán definirse de nuevo, con otros instrumentos.
Págs. 1097-1106. ”Conclusión”
Si hoy en día volvemos a leer un célebre texto casi olvidado, la declaración de La Sarraz de 1928, escrita durante la primera reunión de los CIAM, lo que más nos sorprende es la mezcla de afirmaciones sobre la corrección científica, la libertad artística y la organización político-administrativa que, en la cultura tradicional, deberían permanecer separadas. Pero el tiempo transcurrido desde entonces nos permite examinar este documento dentro de una perspectiva histórica, que convierte esta mezcla en algo totalmente natural. Todo movimiento históricamente significativo – el humanismo, la ilustración, el romanticismo, o bien el liberalismo, el socialismo – es una construcción compleja que incluye varios elementos no homogéneos, según las costumbres del período anterior, y crea una nueva homogeneidad en el período siguiente. La arquitectura moderna nace del encuentro de distintos componentes – la progresiva extensión de la búsqueda científica y tecnológica, la radicalización de la búsqueda artística, la comparación de varias hipótesis de control del desarrollo urbano – que se desenvuelven separadamente en el universo de la cultura en los primeros años de este siglo; la transición decisiva tiene lugar con el descubrimiento de una conexión inesperada entre estas cosas, capaz de desbloquear las dificultades de la gestión vigente de la ciudad y el territorio.
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Pág.666. LOS CONGRESOS INTERNACIONALES DE ARQUITECTURA MODERNA (CIAM )
Y LA FORMACIÓN DE LA ARQUITECTURA CONTEMPORÁNEA.
Los Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna (CIAM) no se fundaron para proteger los derechos de la profesión; ésta es la labor de las grandes organizaciones oficiales de arquitectos. El propósito de los CIAM era establecer el derecho de la arquitectura contemporánea a su propia existencia frente a las fuerzas antagonistas de los círculos arquitectónicos oficiales, que controlaban las principales empresas constructivas. El objetivo de los CIAM era abordar problemas que no podían ser resueltos por un solo individuo. Ésta es aproximadamente la definición que dio Le Corbusier al propósito de los C.I.A.M
En febrero de 1928 recibí una carta de la señora Hélène de Mandrot, en la que me decía que iba a visitar Zúrich. El propósito de esta visita era organizar una reunión de arquitectos relacionados con este nuevo movimiento en su château de La Sarraz, unos cuantos kilómetros al norte del lago de Ginebra, en el cantón de Vaud. La señora De Mandrot ya había hablado de esta posibilidad con Le Corbusier y otros amigos (Pierre Chareau, Gabriel Guévrékian y otros) en París. El término ‘congreso’ debía emplearse en su sentido original: ‘trabajar conjuntamente’. Sería un congreso de colaboración, no un congreso en el que cada cual informase sobre su propio campo específico.
Tres circunstancias favorecieron esta unión internacional de jóvenes arquitectos. Una fue la iniciativa de Hélène de Mandrot, que había fundado la Maison des Artistes y ya había organizado una reunión de jóvenes pintores. Ahora invitaba a jóvenes arquitectos de Bélgica, Alemania, Francia, Holanda, Italia, Austria, España y Suiza a reunirse en un lugar neutral situado en el centro de Europa.
La segunda fue el escándalo que había provocado el concurso para la sede de la Sociedad de Naciones en Ginebra. Le Corbusier había obtenido el primer premio ex aequo: su proyecto era superior a los demás en todos los sentidos. Como fruto de las intrigas por parte de un profesor de la Académie des Beaux-Arts, el político más influyente de la Sociedad de Naciones, Aristide Briand, declaró que sólo aceptaría un edificio de estilo académico. Por eso el premio no se le otorgó a Le Corbusier y se levantó un muro en contra de la arquitectura contemporánea. Parecía imperativo crear una nueva organización, los CIAM , para reivindicar la libertad de la concepción arquitectónica y apoyarla siempre que fuese necesario, de modo que no pudiese repetirse el caso de Ginebra.
La tercera razón –que se reveló decisiva– fue la necesidad de proporcionar a los arquitectos desesperadamente aislados en varios países una base ideológica y un apoyo profesional que les permitiese afrontar problemas especiales y defender su planteamiento.
El manifiesto de La Sarraz. En el primer congreso, celebrado en La Sarraz en 1928, un pequeño grupo internacional, no sin un animado debate, formuló el manifiesto que por primera vez sentó las bases de la arquitectura contemporánea. Al final del congreso, Le Corbusier realizó un dibujo muy largo y lo extendió en los muros de la capilla gótica donde están enterrados los señores medievales del lugar. El dibujo está reproducido en el primer volumen de las obras completas de Le Corbusier; representa de forma diagramática el curso que deberían seguir los CIAM. En esos momentos resultaba absurdamente utópico suponer que las fuerzas de la arquitectura contemporánea superarían algún día la oposición de los círculos oficiales y serían admitidas en la ciudadela del estado.
En este congreso, el catedrático Karl Moser, de Zúrich, reconocido profesor y arquitecto, fue nombrado primer presidente de los CIAM
La vivienda barata. El segundo congreso se celebró en Frankfurt , por invitación de Ernst May, por entonces director de la Oficina Municipal de la Edificación. En las paredes de sus locales se presentaron dibujos de los diferentes grupos, todos a la misma escala, sobre el tema de ‘La vivienda barata’. (Estos dibujos se reprodujeron posteriormente en Die Wohnung für das Existenzminimum , publicado por Englert & Schlosser, Frankfurt, .) Este sistema de utilizar la misma escala y las mismas técnicas de presentación se convirtió en la regla para todos los CIAM, de modo que los temas de debate pudiesen compararse inmediatamente unos con otros.
En este congreso, Walter Gropius, Alvar Aalto y José Luis Sert hicieron su primera aparición en los CIAM
Métodos racionales de construcción de conjuntos residenciales. El tercer congreso se celebró en Bruselas , por iniciativa de Victor Bourgeois; el tema era ‘Métodos racionales de construcción de conjuntos residenciales’ (publicado como Rationelle Bebauungsweisen; Stuttgart: Julius Hoffmann, ). El verdadero asunto del debate –que por entonces era un tema candente– radicaba en las ventajas relativas de construir conjuntos de viviendas en edificios bajos, medios o altos. Todos los ponentes (Gropius, Le Corbusier y Neutra, entre otros) estaban obligados a ajustarse a ese tema.
Cornelis van Eesteren, el joven director de la Oficina de Urbanismo de Ámsterdam, fue elegido presidente porque Karl Moser deseaba traspasar su cargo a alguien más joven. La elección de un urbanista en vez de un arquitecto mostraba la dirección futura que tomarían los CIAM
Se aceptó la invitación telegráfica, por parte del máximo responsable de la Asociación de Vivienda y Edificación de la U, para celebrar el cuarto congreso en Moscú.
La Carta de Atenas. A finales de 1932 , Van Eesteren y yo fuimos invitados a asistir a una reunión preparatoria en Moscú que duró diez días. El programa del cuarto congreso se estableció con simpatía mutua y la fecha se fijó para junio de 1933. Este congreso se iba a centrar en la gran escala. Si se hubiese celebrado en Moscú, habría tenido una significación inmensa, pues Rusia estaba extraordinariamente interesada en el urbanismo. Pero unos meses antes, desde Moscú llegaron noticias de que el congreso se había pospuesto. Inmediatamente entendimos la razón de esta medida: la vanguardia no tenía sitio en la Rusia de Stalin.
Dado que ya estaba preparado todo el material del congreso, convoqué una reunión de emergencia en el estudio de Le Corbusier, en la Rue de Sèvres, París. ¿Qué debíamos hacer?. Marcel Breuer propuso que el congreso se celebrase en un barco. Le Corbusier telefoneó enseguida al director de una compañía griega de navegación al que conocía. Como resultado de todo ello, el cuarto congreso se celebró en el Patris II, navegando entre Marsella y Atenas, y en la propia Atenas.
El congreso de Bruselas había mostrado ese interés centrado en el estudio del urbanismo. Van Eesteren, sobre la base de su experiencia en Ámsterdam, asumió la tarea de desarrollar y distribuir tres planes modelo usando símbolos y métodos de presentación estandarizados:
.- Una planta de usos del suelo que utilizaba símbolos para mostrar las zonas dedicadas principalmente a los usos residencial, industrial y recreativo..
-La red de circulación..
-La relación entre la ciudad y su región.
Todos los planos mostrados en el cuarto congreso se basaban en esos ejemplos derivados del plan municipal de Ámsterdam, y todos usaban los mismos símbolos y estaban dibujados a la misma escala. Así sus diferentes problemas podían apreciarse a primera vista.
El propósito de esos dibujos era dar una idea de la estructura comparativa de algunas ciudades pequeñas y grandes, una idea que sencillamente no existía hasta esa fecha. Se analizaron ciudades (incluidas Londres, París, Berlín, Detroit, Los Ángeles, Atenas, Roma, Varsovia, Madrid y Zúrich). Sus funciones principales (vivienda, trabajo, ocio y circulación) podían reconocerse y compararse enseguida.
Éste fue el congreso más largo, emocionante y fructífero de todos los CIAM. Se habían preparado estudios excelentes. Los grupos pudieron hacer comparaciones analíticas de las ciudades y, sobre esa base, formular los principios del urbanismo contemporáneo en la Carta de Atenas.
Wells Coates hizo su primera aparición en este congreso como organizador de un grupo de los CIAM en Inglaterra. Con nosotros había una serie de pintores, poetas e historiadores del arte que habían mostrado interés en el tema (como Fernand Léger, László Moholy-Nagy, Pierre Guéguin, Christian Zervos y Jean Badovici), y que aligeraron eficazmente una atmósfera de estricto profesionalismo.
José Luis Sert reunió los resultados de este cuarto congreso en un libro exhaustivo: Can our cities survive? (Cambridge, Massachusetts: Harvard University Press, 1942). El texto completo de la Carta de Atenas se publicó posteriormente en francés como La Charte d’Athènes (París: Plon, 1943), Jean Giraudoux; y fue reeditada en 1957 Éditions de Minuit). con una introducción de por Jean Petit.
Vivienda y ocio. A la sombra de los oscuros años venideros, el quinto congreso se reunió en París en1937. El tema era ‘Vivienda y ocio’, una cuestión aún sin resolver. Le Corbusier agrupó los documentos bajo el título Logis et loisirs (Boulogne-sur-Seine: Éditions de 1938 l’Architecture d’aujourd’hui, ).Se intentó celebrar el sexto congreso en los Estados Unidos, donde, en 1937, Gropius y Breuer habían sido invitados a trabajar en la Universidad de Harvard, y Moholy-Nagy en Chicago. Un año después, también yo fui invitado a Harvard.
Luego llegó la guerra y el sexto congreso se pospuso diez años. Durante la contienda, los diferentes grupos de los CIAM quedaron separados, pero continuaron su trabajo de manera independiente. En Nueva York, Knud Lönberg-Holm, Gropius, Neutra, Sert y yo, con Stamo Papadaki y unos cuantos amigos más, formamos la ‘Sección de los C para la liberación y la planificación de la posguerra’ (Neutra fue el presidente). En los Países Bajos, los miembros de los CIAM se reunieron en secreto durante la ocupación para preparar la reconstrucción de Rotterdam, que más tarde se llevó a cabo siguiendo sus recomendaciones. En Inglaterra se estableció el Modern Architectural Research Group (MARS, nombre que había adoptado el grupo inglés de los CIAM): sus miembros asumieron papeles protagonistas en el desarrollo de los planes urbanísticos de posguerra y en la preparación de la nueva legislación urbanística.
Una década de nueva arquitectura. Fue el grupo MARS que en 1947 organizó el sexto congreso en la pequeña población de Bridgewater, en el suroeste de Inglaterra. Después de los diez años transcurridos desde el último congreso, era necesario reformular los objetivos de los CIAM y reanudar los contactos rotos.
En este congreso se quebró la costumbre habitual en los CIAM. Las obras de cada uno de los miembros se desplegaron para explicar la situación en sus respectivos países. Como dijo el delegado argentino, Jorge Ferrari-Hardoy, el congreso quedó atónito al ver cómo el ‘desarrollo de una idea’ había seguido líneas paralelas en grupos completamente separados. Fruto de este congreso fue mi libro A decade of new architecture · Dix ans d’architecture contemporaine (Zúrich: Girsberger,1951 ).
En Bridgewater se mencionó por primera vez la cuestión de la estética, que hasta entonces se había evitado. Se podían distinguir dos planteamientos. El grupo MARS, dirigido por J.M. Richards, sostenía que esta cuestión debía abordarse desde la óptica del ‘hombre de la calle’. Hans Arp y yo nos centramos en las relaciones entre arquitectos, pintores y escultores. Una breve exposición del debate mantenido aparece en mi libro Arquitectura y comunidad 1956; Buenos Aires:1957 Nueva Visión, ).
En este congreso se eligió presidente a José Luis Sert.
La retícula CIAM y el problema de la estética. El séptimo congreso fue organizado por el grupo italiano y se celebró en Bérgamo en 1949. La selección de temas para su presentación al congreso se dejó completamente abierta. Sólo se estipuló que debían presentarse con el formato de la ‘retícula CIAM’ ideada por el grupo francés ASCORAL (Assemblée de Constructeurs pour une Rénovation Architecturale) y Le Corbusier, y más tarde publicada como un suplemento especial de L’Architecture d’Aujourd’hui en 1949 .
Todos los grupos llevaron análisis de diferentes problemas urbanísticos en la forma de la retícula. Esos análisis se fueron examinando por turnos. Se resaltaron en particular los problemas del desarrollo de nuevas ciudades y nuevos centros comunitarios.
El problema de la estética, aparentemente alejado de este planteamiento analítico, dio origen a un acalorado debate. Siguiendo una recomendación polaca de adoptar el enfoque estalinista del arte, salieron a la luz diferencias candentes desde hacía tiempo, a medida que se tomaban posturas sobre la relación entre el arte y las visiones del ‘hombre de la calle’. Este debate también está resumido en Arquitectura y comunidad.
El corazón de la ciudad. El octavo congreso fue organizado de nuevo por el grupo MARS y se celebró en Hoddesdon, cerca de Londres, en 1951 . Las cuatro nociones que formaban la base de la Carta de Atenas (vivienda, trabajo, ocio y circulación) se habían demostrado útiles para hacer un primer análisis urbano. Pero ahora se necesitaba algo más para captar el espíritu de una ciudad. El tema, ‘El corazón de la ciudad’, había sido propuesto por el grupo inglés.
Este congreso anunció el periodo final de los CIAM, en el que éstos se concentrarían cada vez más en los aspectos sociales del urbanismo: primero, en la formación del centro de la ciudad; y en los congresos siguientes, en el hábitat humano.
Uno de los puntos más resaltados en el octavo congreso, los derechos de los peatones, se ha convertido ya en una de las principales cuestiones del urbanismo en la rehabilitación de los centros de las ciudades. En este congreso se presentaron los primeros dibujos de Chandigarh. Los resultados del congreso –elaborados por Jaqueline Tyrwhitt, José Luis Serty Ernesto N. Rogers– se publicaron con el título de The heart of the city (Londres: Lund Humphries, 1952).
El hábitat humano. El noveno congreso fue organizado por el grupo ASCORAL y se celebró en Aix-en-Provence en 1953, con el tema ‘El hábitat humano’. Para los zoólogos, la palabra ‘hábitat’ significa el área natural en la que vive y procrea un animal; para los botánicos, el área en la que florece una planta en particular. Además, el hábitat puede definirse como el área más adecuada para satisfacer las necesidades innatas y futuras del ser humano. Este congreso analizó las ampliaciones de las zonas vivideras del ser humano (logement prolongé) fuera de las cuatro paredes de la vivienda, y trató de hacerse una idea de las polifacéticas relaciones existentes entre los miembros de una familia y los miembros de una comunidad.
Los CIAM eran un movimiento vanguardista, y en el mundo del arte los movimientos vanguardistas normalmente han tenido una vida breve. Los fundadores de los –que todavía encabezaban el movimiento– tenían por entonces en sus manos proyectos de gran escala y una intensa ocupación de su tiempo; querían pasar el liderazgo a la generación más joven, pero su retirada no se aceptó en ese momento. Sin embargo, la organización del décimo congreso se encomendó al TeamX, un grupo de arquitectos más jóvenes que llevarían a cabo su preparación con la colaboración de los líderes mayores. Jacob B. Bakema fue nombrado director de ese equipo.
El TeamX –que debía preparar la transición de la generación mayor a la más joven– había establecido el método de representación de los trabajos para el décimo congreso, celebrado en Dubrovnik en 1956.
La misión del congreso fue perfilar la forma de la Carta del Hábitat, que especificaría las relaciones espaciales del individuo dentro de la familia tomando en consideración el ciclo de la vida humana, sus relaciones con la comunidad, sus necesidades de silencio y reclusión, y sus necesidades de contacto con la naturaleza. El individuo aislado de nuestra época debería pasar de ser un observador pasivo a transformarse en un participante activo en la vida comunitaria. El aspecto político era tan sólo una parte del problema.
En lugar de los términos habituales (pueblo, ciudad, metrópolis), Le Corbusier propuso una expresión más general: ‘la aglomeración humana’. Las aglomeraciones actuales, en su cambio y crecimiento continuos, son algo completamente distinto a las ciudades anteriores. En el hábitat que está surgiendo no puede haber asentamientos autosuficientes, pero en lugar de una dispersión amorfa podría haber lo que el congreso denominó ‘constelaciones urbanas’.
A Sert y sus colegas de la Universidad de Harvard se les confió la formulación de la Carta del Hábitat. Pero nunca se escribió, no sólo debido a los extenuantes programas de una gran universidad norteamericana, sino también porque, en ausencia de las muchas voces polifónicas de un congreso, un documento como ése no podía hacerse realidad. Pero lo que se había alcanzado podía y debía ponerse por escrito.
En Dubrovnik dimitió toda la dirección anterior de los Ciam, y se hizo una propuesta para que se abandonase el antiguo nombre de ‘CIAM’, de modo que los nuevos responsables pudiesen empezar desde el principio. Desgraciadamente, esta propuesta no fue aceptada.
En la sesión final de este congreso se leyó una carta de Le Corbusier dirigida a la generación más joven: «Señores, amigos, ¡cuidado con la curva!»
La influencia de los CIAM. Los CIAM surgieron al mismo tiempo que los primeros grandes edificios de la arquitectura contemporánea. La principal influencia de estos congresos fue reforzar las convicciones de sus miembros. Debido a la firmeza con que creían en todo lo que estaban haciendo, los miembros de los CIAM estaban dispuestos a aceptar proyectos de gran escala sin cobrar. Los CIAM nunca tuvieron ninguna clase de recursos financieros; eran una reunión de individualistas que trataban de sentar una base común. Paso a paso, trabajaban para afrontar problemas no resueltos, utilizando para ello el instrumento del análisis comparativo: estudios que usaban los mismos símbolos y dibujados a la misma escala. Una de las leyes no escritas de los CIAM era que los participantes no debían exhibir su propio trabajo individual, de modo que la crítica de los proyectos de los demás no se desviase del tema general del congreso. Algo característico del espíritu de los CIAM fue que los grandes pioneros del Movimiento Moderno también se sometieron a esta disciplina.
Los CIAM estaban formados por sus directivos (José Luis Sert, presidente; Walter Gropius y Le Corbusier, vicepresidentes; y Sigfried Giedion, secretario general) y por delegados de veintidós países. Algunos de los delegados más eminentes eran: de Bélgica, Victor Bourgeois y L. von Stynen; de Brasil, Alfonso Eduardo Reidy y Oscar Niemeyer; de Alemania, Ernst May, Hugo Häring, Werner Hebebrand y Hans Scharoun; de Inglaterra, Maxwell Fry, J.M. Richards, Peter Smithson y William Howell; de Francia, Georges Candilis, Jean Prouvé y Émile Parent; de los Países Bajos, Cornelis van Eesteren, Ben Merkelbach, Aldo van Eyck y Jacob B. Bakema; de Italia, Ernesto N. Rogers, Lodovico B. di Belgiojoso, Ignazio Gardella, Enrico Peressuttiy Giuseppe Terragni; de Japón, Kunio Maekawa, Kenzo Tangey Junzo Sakakura; de Polonia, Helena y Szymon Syrkus, y Jerzy Soltan; de Suecia, Sven Markelius y G. Seidenblad; de Suiza, Werner Moser, Max Ernst Haefeli, Rudolf Steiger y Alfred Roth; y de los Estados Unidos, Richard Neutra, László Moholy-Nagy, Marcel Breuer y Knud Lönberg-Holm.
Los CIAM llamaban a colaborar a cualquiera que tuviese talento, fuese ya famoso o no. Como resultado de ello, casi todos los arquitectos creativos tuvieron un papel activo en los congresos. Los CIAM empezaron al principio del Movimiento Moderno, en un momento de crisis, y terminaron en un momento de gran prosperidad, cuando la arquitectura contemporánea ya se había impuesto.
La arquitectura, un problema moral. Hace tiempo que la arquitectura dejó de ser una ocupación de especialistas pasivos y eficientes que construían exactamente lo que exigían sus clientes. La arquitectura ha tenido el valor de tratar activamente con la vida, de ayudar a modelarla. La arquitectura empieza con cuestiones íntimamente vitales, indagando en las necesidades de los niños, las mujeres y los hombres; y pregunta: ‘¿qué clase de vida lleváis?, ¿somos responsables de las condiciones que tenéis que soportar?, ¿cómo hemos de proyectar –no sólo en el caso de las viviendas, sino llegando incluso hasta las áreas regionales– para que podáis tener una vida digna de ese nombre?’
Cuando llegamos hasta el fondo de cuestiones como éstas, vemos que la arquitectura contemporánea tiene su origen en un problema moral. La arquitectura ha salido del ámbito de la especialización estricta. Y al quitarse las anteojeras de los especialistas, los arquitectos han ampliado considerablemente su influencia. La arquitectura es una actividad sumamente compleja; se desarrolla en esa zona fronteriza a mitad de camino entre las esferas de la sensibilidad estética y la actuación práctica. Pero ésta es justamente la razón de que recurramos a ella para que nos proporcione la clase de entorno que expresará la vida de nuestra época.
Los pintores modernos ensanchado nuestra experiencia visual al trabajar con relaciones entre objetos de las que nunca habíamos tenido conocimiento en nuestra visión corriente y medio automática. Los arquitectos contemporáneos se han mostrado igualmente dispuestos a anticiparse al entendimiento del público; también ellos se han negado a esperar hasta poder estar seguros de la aprobación universal de su trabajo. Siguiendo un impulso que era mitad ético, mitad artístico, han tratado de dotar a nuestra vida de su correspondiente cobijo o marco. Y allí donde se ha permitido a la arquitectura contemporánea proporcionar un nuevo escenario para la vida contemporánea, este nuevo escenario ha actuado a su vez sobre la vida de la que emana. La nueva atmósfera ha provocado cambios y evoluciones en las concepciones de la gente que vive en ella.
En el pasado (y en cierta medida incluso ahora), el arte verdaderamente creativo ha encontrado resistencia por parte de un público cuya evolución conceptual ha dejado atrás su desarrollo emocional. La batalla que la arquitectura contemporánea tuvo que librar para establecerse se debió precisamente a esa brecha entre el pensamiento y la sensibilidad. Esa batalla nunca se habría ganado si la arquitectura hubiese esperado a que otras ramas del conocimiento llegasen a una visión coordinada y universal. Constructores, sociólogos, economistas y teóricos de la política: ninguno de ellos ha alcanzado aún todos sus objetivos. Entretanto, los arquitectos han trabajado con cualquier medio que tuviesen a mano –a veces muy primitivos, con los que era imposible alcanzar soluciones completamente satisfactorias– para establecer los contornos de una nueva clase de vida.
Tendencias universales y problemas locales. Muchos países distintos han contribuido a la evolución que hemos estado exponiendo. Sería interesante observar la extensión de los nuevos movimientos por Holanda, Francia, Alemania, Suecia, Inglaterra y otros lugares; ver la dirección que se tomó en cada uno de esos países y los peligros específicos que cada uno implica; y notar la influencia del entorno y la tradición en la solución de los problemas arquitectónicos. Esas diferencias locales tienen una importancia nada superficial. Esos países que aceptaron la arquitectura contemporánea como una especie de moneda universal –una colección de formas particulares que conservaban su valor dondequiera que se trasplantasen– invitaban a la bancarrota arquitectónica. La arquitectura moderna es algo más que un medio de decoración universalmente aplicable; es el producto de toda nuestra época y por eso no puede dejar de mostrar algunas tendencias universales; pero, por otro lado, está demasiado preocupada por los problemas de la vida real como para desatender las diferencias locales en necesidades, costumbres y materiales. Bajo el liderazgo de Alvar Aalto, Finlandia ha mostrado cómo pueden hacerse aportaciones a la arquitectura de un modo universal mediante soluciones adaptadas a las condiciones específicas de su entorno autóctono.