Eero Saarinen recibió el encargo de proyectar una iglesia luterana en la colina más alta de un pueblo de Indiana. A la hora de proyectarla, intentó y consiguió mimetizarla con el entorno, cuya estructura de edificaciones bajas a dos aguas en un entorno rural, hizo que proyectase esta humilde y pequeña iglesia, con una cubierta a dos aguas de gran inclinación. La máxima expresión de esta obra se encuentra en su interior: una pequeña capilla recubierta por un aplacado de piedra lisa, con un mobiliario austero de madera, donde lo más importante es el juego de luces y sombras que se crean. Se accede por una puerta situada debajo del órgano, creando un eje con el luminoso y elevado altar. A medida que nos acercamos al altar la iluminación es más intensa, dando más relevancia a la enorme cruz que cubre todo la pared frontal del interior. Esta se recibe a través de un lucernario situado en una de las dos aguas de la cubierta, que se refleja en la opuesta creando la ilusión óptica de dos lucernarios oblicuos. A su vez, todo el conjunto está iluminado por otro lucernario lineal que recorre todo el vértice de la cubierta. Eero Saarinen diseño otras entradas de luz en el suelo de la capilla, bordeando sus caras más largas. Estas, a diferencia de las otras dos, no crean una luz lineal, si no que al estar separadas por elementos triangulares con los que la luz rebota, crean una sensación de pequeños focos. Las iluminaciones, al encontrarse en todas las aristas del prisma, crean la sensación de que las diferentes caras del edificio no están ancladas entre sí, si no que parece que existe un vacío que las separa, creando una sensación de ligereza que compensa la pesadez que crea el material con el que se recubre su interior. La pequeña capilla está libre de ornamentación, siguiendo los cánones y principios luteranos, crea un lugar libre de excesos, y consiguiendo un lugar cuya función fuese clara y concisa: la reunión de los fieles.