Dentro de la serie de proyectos de Candela hay algunos que se han convertido en hitos artísticos por la calidad estética de su realización, así como otros que son fundamentales porque supusieron momentos puntuales en el avance del pensamiento arquitectónico del autor. Es el caso de esta iglesia construida al borde de la vieja calzada Mexico-Tlacopán, aquella que unión Tenochtitlan (capital del imperio mexica) co la ciudad de Tacuba. La iglesia no ha sido terminada, pero la solución propuesta por Candela permitió conformar el espacio interior que desde 1956 ha cobijado la celebración del culto católico.
Los arquitectos tuvieron que afrontar el problema de construir una iglesia parroquial de barrio con una nave lo más amplia posible para recibir a la comunidad católica. Cuando Candela inició su intervención ya se había construido una bóveda debajo del presbiterio, cuya estructura se pensaba usar como cimentación para una construcción de características "tradicionales", es decir, bóvedas de hormigón descansando sobre muros y columnas. La cubierta dejaba una altura útil de 2.70 m por debajo del nivel de la calle, y los propietarios propusieron la condición de que se utilizara como cripta de la iglesia. La solución que se propuso fue construir dos bóvedas en estrella junto a la primera, formada cada una por 12 segmentos de hypar apoyados en cuatro columnas de esquina; todo el conjunto cubre el sótano y soporta el suelo de la iglesia. Las nuevas bóvedas de estrella miden 16x16 m y sobre los hypars se tendió una estructura que permitió pasar de la irregularidad de los paraguas al piso nivelado de la iglesia.
El progreso de Candela en esta obra consistió en retomar la experiencia de la bóveda construida para la Bolsa de Valores, pero integrando ahora un conjunto de tres bóvedas en arista (en la bolsa fue una sola), formadas por hypars de bordes libres, es decir, sin vigas perimetrales. Así cubrió el espacio de 16x48 m dándole altura mínima de 7.50 m y un espesor constante de 4 cm; el peso de las estructuras descansaba en 12 puntos en las esquinas, de forma que las aristas de las intersecciones se convirtieron en conductoras del peso hacia el subsuelo. Candela iba eliminando no solo densidad de la membrana de hormigón, sino también aquellos elementos geométricos que se volvían innecesarios, al comprobar que todas las fuerzas de compresión se conducían con una gran ligereza siguiendo las líneas que formaban los paraboloides en su evolución e intersección. La luz se hizo pasar por los gajos que iban quedando entre las bóvidas y por las bandas que se dejaron en los arcos laterales sobre las fachadas largas, cuya función era servir como tímpano y confinamiento del espacio, ya que solo sostienen su propio peso.
Las fotografías del proceso de construcción permiten apreciar la belleza que tuco el encofrado; por un lado, el entramado de vigas en vertical, horizontal y con las diagonales necesarias para evitar el flambeo del andamiaje, después, los cientos de reglas de madera con un ancho aproximado de 2 pulgadas que, según las directrices de generación de los paraboloides, no sólo configuraban la base sino que eran inductoras de la evolución del plano geométrico en sus giros espaciales tan intrincados y audaces.
Enrique X. DE ANDA ALANÍS.