Págs. 491-511.“Proceso de asimilación. Ame. Latina, Australia, Japón”.
Adoptando una firme postura en contra del funcionalismo, Barragán hablaba también de la necesidad de una 'arquitectura emocional'. En la capilla del convento capuchino de Tlalpan(1952-1955) usó celosías y mamparas para crear velos entre los diversos espacios en planta, y la luz creaba una atmósfera mística que tal vez recordaba los escritos de santa Teresa de Jesús o los de Juan de la Cruz. Las casas de este mismo periodo (por ejemplo, la Gálvez en San Angel, de 1955) enlazaban las habitaciones exteriores e interiores en secuencias de intensidad y carácter variados. El elemento primordial de la arquitectura de Barragán era un sencillo plano rectangular impregnado en un color brillante, y este elemento podía convertirse en un escalón, un suelo, un muro, un techo o un tabique colocado de manera ambigua entre el interior y el exterior. En efecto, Barragán tomó el lenguaje de la pintura abstracta moderna y lo plasmó en algo táctil y tridimensional, transformando lo real en ilusorio y lo ilusorio en real. Ligeras distorsiones de los bordes se usaban para crear sutiles tensiones visuales y perspectivas falsas, y el espacio se comprimía y se liberaba mediante un cuidadoso control del espesor, la masa y la transparencia. Los objets trouvés de la cultura campesina -como las toscas vasijas de arcilla o los troncos usados como vigas- creaban un contraste vital con esta abstracción moderna.