Un ejemplo de urbanizaciones y edificios fantasma producto de la burbuja inmobiliaria de principios del siglo XXI es lo ocurrido en el Embalse de Valdecañas (Cáceres) donde, a pesar de ser un humedal de gran importancia a nivel internacional por sus valores naturales, se aprobó la construcción de un resort con dos hoteles y 200 viviendas de lujo, club social, campo de golf y puerto deportivo. Actualmente el proyecto se encuentra ejecutado al 60 % y con una Sentencia del Tribunal Supremo que ordena el derribo y la reposición y restitución de los terrenos a su estado anterior por tratarse de un suelo protegido (recurso presentado por Ecologistas en Acción). Pero la Junta de Extremadura se resiste a ejecutar la sentencia asegurando que demoler lo construido conllevaría un gasto de más de 34 millones de euros, a los que habría que añadir los gastos correspondientes a la indemnización del promotor. Además, alega que es menos perjudicial para el medio ambiente dejarlo como está que retornarlo a su situación inicial ya que se plantaron muchos árboles.

Ante esto, surge la pregunta: ¿Qué hacer con estos nuevos paisajes? ¿Demoler o aprovechar lo construido? ¿Qué es más beneficioso y tiene menos costes para el medio ambiente y para la sociedad?

María AULA AMATRIAIN