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BROOKS PFEIFFER Bruce. Frank Lloyd Wright 1876-1959. Construir para la democracia. Edit. Taschen. Colonia, 2006.


p.41 En 1922, Wright vuelve a Japón, después de haber terminado el hotel Imperial. En los Estados Unidos se instala en Los Angeles para continuar su trabajo para Aline Barnsdall. La pasión de Mrs Barnsdall era el teatro. Había comprado una vasta propiedad en el centro de Los Angeles, llamada Olive Hill. Al pie de esta colina, planeaba construir un gran teatro, un cine y residencias para actores y directores. En la cima de la colina estaría su propia casa, Hollyhock House. Si bien no llegaron a realizarse ninguno de sus planes para el teatro, sí que construyó su propia residencia y otras dos casas, denominadas Residencia A y Residencia B. El proyecto para su casa tuvo en consideración el clima: los muros, expuestos al cálido sol californiano, tienen un mínimo de acristalamiento, mientras que grandes puertas de vidrio se abren hacia un patio fresco.


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CURTIS William. J.  La arquitectura moderna desde 1900. Edit. Phaidon. Hong Kong, 2006. 


Págs.217-240 .“Los rascacielos y la periferia suburbana en los Estados Unidos en el período de entreguerras” 


Aunque Wright hizo propuestas para proyectos de gran escala en la década de 1920, fue en el campo de la vivienda individual donde recibió la mayoría de los encargos. Varios de ellos eran para sitios del sur de California, a las afueras de Los Ángeles, donde la ciudad se estaba expandiendo rápidamente en el desierto circundante, más allá de los olivares y huertos de naranjos creados por irrigación. La principal fue la casa Barnsdall (1916-1921), en Olive Hill, conocida como “Hollyhock House” (casa Malvarosa) y proyectada para una cliente casi tan excéntrica el propio arquitecto: Aline Barnsdall, heredera de una fortuna del petróleo. De hecho, el proyecto requería todo un enclave, con un teatro experimental (sobre el que Aline Barnsdall y Wright habían estado meditando durante varios años, pero que nunca se construyó), estudios y casas de artistas, residencias secundarias y la propia casa principal, situada en la cima de la colina. Desde el punto más alto del emplazamiento era posible disfrutar de amplias vistas de las montañas y el mar, y Wright organizó la casa Malvarrosa como una serie de piezas horizontales con terrazas superiores en las cubiertas planas. Los volúmenes oblongos de la casa se agrupaban para formar un patio, pero en el perímetro exterior el edificio irradiaba en todas direcciones, hacia el paisaje, la ciudad y el mar. Se hizo un pequeño arroyo artificial que se elevaba en un lado para atravesar luego el interior, donde rodeaba la chimenea central, antes de cruzar el patio y pasar a un 'teatro de agua' al aire libre situado bajo un portal a modo de proscenio junto a uno de los extremos de la casa. Desde ese punto, el arroyo debía seguir el eje oeste-este hasta el teatro Barnsdall, colocado en el perímetro oriental de la parcela. Este monumento pequeño y compacto habría completado los temas agrupando formas rectangulares quebradas y escalones con forma de arco. De hecho, se trataba de una arquitectura concebida como una escultura paisajista a una amplia escala topográfica. La propia casa Malvarrosa era una especie de teatro cósmico para rituales desconocidos, abierta al cielo y al reino de los planetas.


A primera vista, las formas masivas a modo de fortaleza, con sus muros en talud, los patios volcados hacia el interior, los estanques y las cubiertas planas parecen indicar una decidida ruptura con las “casas de la pradera”. Sin embargo, si se observa la planta, se encuentran los principios organizativos habituales que combinan ejes longitudinales y transversales, efectos de regularidad e irregularidad, y cierta unidad de concepción entre interiores y exteriores. Con todo, los cambios son significativos. El énfasis de Wright en el muro de cerramiento, frente a la ventana-pantalla con alero horizontal del periodo de las casas de la pradera, debe verse en el contexto de un nuevo talante, por no decir una nueva orientación ideológica; expresaba un alejamiento del mundo exterior que muy bien podía estar a tono con la visión de sus nuevos clientes, bastante distantes, y con los propios sentimientos de aislamiento del arquitecto. Wright estaba por entonces alejado de la compacta comunidad suburbana de Oak Park que le había apoyado en sus primeros años, y fue en la década de 1920 cuando comenzó a circular la imagen del arquitecto como un genio errático y aristocrático enfrentado a la ‘oclocracia’.


Seguramente, una razón para hacer los exteriores protegidos y los patios era el clima cálido y seco. Las ideas de las casas de la pradera se habían elaborado para un escenario completamente distinto, y las condiciones naturales del sur de California exigían una nueva respuesta. Al parecer, Wright siguió algunas indicaciones proporcionadas por las construcciones tradicionales de adobe, con sus muros gruesos en talud y sus cubiertas planas. Posiblemente, al transformar la tradición, Wright tenía conocimiento del trabajo pionero de Irving Gill, que ya había desarrollado una ingeniosa arquitectura de hormigón adecuada a las condiciones locales (véanse las páginas 96-97). Pero en realidad la casa Barnsdall sólo estaba revocada con cemento para que pareciese hormigón, ya que la estructura real era de ladrillo y madera, y la ornamentación estilizada (basada en motivos de la malvarrosa) se había realizado con moldes. Sin embargo, se adivina que en la visión de Wright había más cosas en juego. La casa Malvarrosa parecía fundir varios temas relativos al paisaje y al teatro, y también extraer enseñanzas de fuentes tan diversas como la villa Madama en Roma, obra de Rafael a principios del siglo XVI (una especie de teatro/villa) o la Casa de las Monjas en Uxmal (un conjunto maya del siglo LX); la casa captaba la atmósfera de Hollywood en la década de 1920, con su extraña mezcla de lo popular y lo exótico, pero también cristalizaba el incipiente sueño panamericano de Wright; en A Testament (1957), escribía:


 Recuerdo cómo, de muchacho, la arquitectura americana primitiva —tolteca, azteca, maya, inca, etcétera— despertaba mi curiosidad, excitaba mi anhelante imaginación [...1. Todas esas abstracciones americanas eran arquitecturas telúricas; gigantescas masas de mampostería levantadas sobre un terreno pavimentado con grandes losas [...].


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