Pág.169-179.“La nueva colectividad: arte y arquitectura en la Unión Soviética” .
En enero de 1929, el gobierno soviético hizo pública su intención de fundar la ciudad de Magnitogorsk, al este de los Urales, para la explotación de los depósitos de hierro, y Miliútin y otros arquitectos del grupo OSA, como Guinzburg y Leonídov, presentaron propuestas esquemáticas para la nueva ciudad. Estos esquemas, con variados grados de abstracción, fueron rechazados por las autoridades, que decidieron en cambio encargar al arquitecto alemán Ernst May y a su equipo de Frankfurt el diseño del plan oficial de la ciudad. Las interminables disputas teóricas de la vanguardia arquitectónica rusa -- los complejos argumentos de 'urbanistas' y 'desurbanistas llevaron finalmente a las autoridades soviéticas a sortear estos problemas entre facciones y a invitar a unos arquitectos de izquierdas de la República de Weimar, más pragmáticos y con mayor experiencia, para que aplicasen sus métodos normativos de planificación y producción (el trazado de tipo Zeilenbau y los sistemas constructivos racionalizados) con el objetivo de nacer realidad la construcción del primer plan quinquenal.
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Págs. .201 -215“Arquitectura y revolución rusa”.
Así pues, en la década de 1920 los arquitectos de la Unión Soviética aplicaron su talento a todo un conjunto de funciones sociales incluyendo viviendas, clubes sociales, teatros, oficinas, bibliotecas, presas, fábricas e instituciones estatales. Pero también prestaron atención a las relaciones ideales entre todas ellas, al urbanismo e incluso a la reorganización espacial del campo. En este caso, la imaginación artística trataba de trabajar mano a mano con la reorganización económica a mayor escala en la generación de una nueva cultura visual y espacial. De los diversos paradigmas urbanísticos tomados de Occidente y luego transformados, la ciudad lineal (promovida originalmente por el español Arturo Soria a finales del siglo XlX sobre la base de una espina extensible de transporte) era tal vez la más pertinente, porque fundía los medios de producción (agrícolas e industriales) con las redes de energía y circulación, permitía la interpenetración de la naturaleza y la ciudad, y fomentaba la integración de los proletariados rural e industrial en entornos espacialmente ordenados (véase el capítulo 14). Los ‘condensadores' sociales (clubes, auditorios, etcétera) y los alojamientos familiares podían distribuirse uniformemente en bandas paralelas a las rutas principales, y el carácter lineal y no jerárquico de esta forma de ciudad se consideraba particularmente apropiado para las aspiraciones igualitarias de los habitantes. Por eso la forma lineal se adoptó para el proyecto de la nueva ciudad de Magnitogorsk a finales de la década de 1920. Por esa época, no obstante, los diversos grupos de vanguardia habían pasado a estar bajo la mirada cada vez más escrutadora del control central del estado.
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COLQUHOUN Alan., La arquitectura moderna. Una historia desapasionada. Gustavo Gili.Barcelona. 2005.
Págs. 109- 135.“Las vanguardias en Holanda y Rusia”
OSA
En 1925 se formó un nuevo grupo profesional dentro de la facción constructivista, bajo el liderazgo intelectual de Moiséi Guinzburg (1892-1946) y los auspicios de Alexander Vesnin, que se llamó OSA( Unión de arquitectos Contemporáneos). Este grupo se oponía tanto a los racionalistas como al Primer Grupo de Acción, trataba de apartar la vanguardia de la retórica utópica de la tradición Prolektur y orientarla hacia una arquitectura fundada en el método científico y la injerencia rusa de una tendencia hacia la reintegración y la síntesis. Como señalaba León Trotski en su libro Literatura y revolución (1923): “Si el futurismo se sentía atraído por la dinámica caótica de la revolución…, el neoclasicismo expresaba la necesidad de paz, de formas estables”. Este era igualmente cierto para las vanguardias occidentales, donde -como veremos más adelante- hubo un retorno a la calma y la precisión neoclásicas como reacción en contra de la irracionalidad del expresionismo, el futurismo y el dadá.
El grupo publicó una revista, Arquitectura contemporánea y estableció estrechos vínculos con los arquitectos vanguardistas de Europa occidental El libro de Guinzburg El estilo y la época (1924)seguía de cerca el modelo de Hacia una arquitectura de Le Corbusier (aunque se oponía a la idea de las constantes platónicas) y estaba influido por el concepto de Kunstwollen formulado por Rielg. Osa planteaba una arquitectura de equilibrio en la que se reconciliarían las fuerzas estéticas y las tecnicomateriales; a ella se oponía ferozmente la ASNOVA de Ladovski por su actitud positiva y su síntesis en la tecnología.
Una manifestación anterior de estas ideas internacionalistas había sido la efímera revista trilingüe Vehch/Gegenstand/Objet publicada en Berlín en 1922 por El LissItsky – portavoz de la vanguardia rusa en Alemania. Y por el poeta Ilia Ehrenburg. El objetivo principal de esta publicación – que en su mayor parte estaba escrita en ruso- era familiarizar a los lectores soviéticos con las corrientes europeas. La revista enfatizaba la autonomía del objeto estético: “No queremos ver la creación artística restringida a los objetos útiles. Toda obra organizada – sea una casa un poema o una pintura- es un objeto plástico. El utilitarismo básico está lejos de nuestro pensamiento”. Aunque promocionaba ostensiblemente las últimas ideas constructivistas, la revista desatendía completamente la doctrina antiestética del Primer Grupo de Acción.
Los arquitectos OSA se concentraron en la vivienda y el urbanismo como principales instrumentos del desarrollo socialista. Guinzburg no era un defensor de la vida comunitaria en su modalidad más doctrinaria, según la cual debía aplicarse un estricto taylorismo tanto al trabajo como al tiempo de ocio, y la vida familiar debía quedar virtualmente abolida, pero pese a la importancia que Guinzburg concedía a las opiniones de la gente corriente, los tipos de viviendas que ofreció en su conjunto residencial de Narkomfin de Moscú (1928-1929) eran impopulares porque, con su superficie mínima, no permitían llevar esa vida desordenada de clan familiar a la que la gente estaba acostumbrada. Este edificio refleja la influencia de Le Corbusier en cuanto a su organización plástica y en lo relativo a la combinación de alojamientos familiares y servicios unitarios.
El campo del urbanismo, OSA quedó atrapada en la controversia entre los urbanistas y los desurbanistas. En este debate, los primeros proponían una descentralización moderada de las ciudades existentes, conservándolas en lo sustancial, y la creación de ciudades jardín suburbanas en la línea de Letchworth y Hampstead Garden Suburb, dos ejemplos realizados por Raymond Unwin en Gran Bretaña. Por el contrario, los desurbanistas propugnaban la demolición progresiva de las ciudades existentes, salvo sus núcleos históricos y la dispersión de la población por todo el campo. Las visiones desurbanistas de Guinzburg resultan evidentes en sus proyectos de concurso para la Ciudad Verde (una ciudad de ocio que debía constuirse cerca de Moscú) y para la ciudad siderúrgica de Magnitogorsk, en los Urales, una de las ciudades proyectadas como parte del primer Plan Quinquenal en 1928. Para Magnitogorsk, Guinzburg proyectó casas ligeras de madera sobre pilotis, adecuadas para una nueva clase de vida nómada. Estos planes se basaban en las teorías del sociólogo Mijail Ojitovich (1996-1937), que proponía una dispersión de la industria y unas relaciones equilibradas entre la vida urbana y la rural, apoyadas en el modelo de la propiedad universal del automóvil, inspirado en Ford. En sus proyectos, OSA adoptó el concepto de ciudad lineal tal como lo había propuesto el urbanista español Arturo Soria (1844-1920) y su discípulo Nicolai Miliútin (1889-1942), que también fue el cliente de las viviendas Narkomfin de Guinzburg...
... El final de la vanguardia rusa. Durante toda la década de 1920, los arquitectos vanguardistas rusos lucharon por mantener su libertad de acción, lo que solía significar la libertad para proponer ideas que eran más radicales que las del Partido Comunista, tanto en lo social como en lo artístico. Pero hacia el final de esa década, la brecha entre la vanguardia y el estamento político dirigente se había estrechado. A medida que el gobierno de Stalin, se iba haciendo cada vez más autoritario y culturalmente conservador, los arquitectos se iban volviendo más utópicos, como pone de manifiesto que los arquitectos de OSA condenaban la ciudad tradicional, el Partido Comunista la consideraba una herencia cultural que era comprendida por las masas y, por tanto, debía conservarse, ampliarse y mejorarse. El Plan de Moscú de 1935 (obra del arquitecto V.N. Semenov), aunque basado en la singular estructura medieval de la ciudad, seguía los principios generales de algunos planes urbanísticos del siglo XIX y principios del XX como los del Paris de Haussmann, La Ring Strasse e Viena o el Chicago de Burnham. La visión oficial se resumía en el lema: “El pueblo tiene derecho a las columnas”.
Con el primer Plan Quinquenal de Stalin, de 1928, el gobierno se embarcó en un implacable programa de desarrollo industrial y colectivización agrícola. Este programa incluía la construcción de una serie de nuevas ciudades industriales situadas cerca de las fuentes de materias primas. La soluciones que Guinzburg y Miliútin habían hecho para Magnitogorsk fueron desoídas a favor de unas ciudades centralizadas convencionales. Mostrando poca fe en los arquitectos rusos, con su falta de experiencia práctica y su preocupación por sus ideas utópicas a largo plazo, los nuevos responsables urbanísticos encontraron a arquitectos extranjeros con experiencia en las técnicas y la gestión de nuevos asentamientos. Entre ellos estaban el arquitecto alemán Ernst May y el suizo Hannes Meyer (que se trasladó a Rusia en 1930 tras perder la esperanza de que el socialismo pudiese establecerse en Europa occidental). Sin embargo, esos arquitectos, tras malinterpretar completamente la verdadera situación de Rusia, quedaron decepcionados cuando descubrieron que a sus clientes les interesaba más su pericia técnica que su estética moderna, que en todo caso difícilmente podría haberse hecho realidad en las rudimentarias condiciones de la industria constructiva rusa.
Dos acontecimientos simbolizan la muerte definitiva de la vanguardia en la Rusia soviética. El primero fue la disolución en 1932, de todos los grupos profesionales autónomos de arquitectos, salvo la VOPRA (Sociedad de arquitectos proletarios de toda la Unión), dominada por los stanlinistas, lo que provocó un mayor control gubernamental sobre a profesión. El segundo acontecimiento fue el resultado del prestigiosos concurso para el Palacio de los Soviets, celebrado entre 1931 y 1933. Tras un interminable procedimiento, el premio se concedió a un joven arquitecto “centrista”, Boris Iofán, entre una lista de participantes que incluía a muchas de las estrellas del movimiento moderno europeo, entre ellas Gropius, Mandelsohn y Poelzig, de Alemania; Brasini de Italia, Lamb y Urban de Estados Unidos y Auguste Perret y Le Corbusier de Francia.
De ahí en adelante, el estado mantuvo un rígido control de la política arquitectónica. Los arquitectos de la vanguardia intentaron en vano adaptar su estilo a este monumentalismo autorizado o bien se convirtieron en burócratas (por ejemplo, Guinzburg) trabajando en las mejoras técnicas dentro de una política cultural de realismo socialista que contradecía todo aquello por lo que habían vivida en la década de 1920.