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CURTIS William. J. La arquitectura moderna desde 1900. Edit. Phaidon. Hong Kong, 2006. 


Págs. 515-517. En los Estados Unidos, las corrientes subterráneas expansivas, optimistas y, en realidad, imperiales de los años de posguerra se manifestaron en muchos encargos de monumentos de gran escala. Las influencias del clasicismo Beaux-Arts sin duda no murió con la introducción de la arquitectura moderna. En su aspecto más profundo, esta tradición alimentó a un arquitecto como Louis I. Kahn; pero a finales de los años 1950 también hubo un intento más obvio, menos expresivo y con frecuencia banal, de hacer neoclasicismo. No cabe duda de que esto formaba parte de un clima general de insatisfacción con el minimalismo restrictivo de la versión americana del Estilo Internacional (una reacción expresada también en otras maneras, por ejemplo en el "barroco moderno" de la terminal de la compañía TWA en el aeropuerto Kennedy de Nueva York, de Eero Saarinen, 1956-1962). De este modo arquitectos como Edward Durrel Stone (la embajada norteamericana en Nueva Delhi, 1954), Philip Johnson (la Sheldon Memorial Art Gallery en Lincoln, Nebraska, 1963) y Wallace Harrison & Max Abramovich (con Johnson, el Lilncoln Center en Nueva York 1961-1965) se entregaron a los grandes ejes, la simetría, los materiales caros y unos arcos muy reveladores, para enmarcarar un entendimiento esencialmente falso y epidérmico de la naturaleza de la monumentalidad. Estos arquitectos tenían perfecta conciencia de la necesidad de combinar los esquemas tradicioneales conla tecnología moderna, pero aún así eran incapaces de superar cierta tendencia hacia lo "camp". En sus obras abundaban las soluciones clásicas, pero faltaban casi totalmente los principios clásicos.


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MONTANER J.M. MUXI Z.,  Arquitectura y política.Gustavo Gili. Barcelona, 2011. 


Págs. 27-78.“Historias”


Robert Moses (1888-1981), el drástico reformador de la ciudad de Nueva York entre 1934-1968, empezó como un comisionado para los parques e introdujo en ellos todo tipo de equipamientos para el ocio, como áreas de juego y piscinas. Continuó su labor con operaciones de renovación urbana y con la introducción de vías rápidas y potentes infraestructuras de gran escala – conductores de agua, alcantarillado, almacenes, puentes, túneles y autopistas – además de los parques y de los nuevos conjuntos de viviendas en bloques y torres altas, en un drástico programa de renovación urbana de los antiguos y degradados tenements, desplazando de este modo a la población existente. Se trata de una auténtica puesta al día del despotismo y capacidad de transformación que el barón Haussmann implantó a mediados del siglo XIX en Paris. Su ambición le llevó a contribuir fuertemente en la promoción de hitos monumentales en Nueva York, como la sede de la ONUo el Lincoln Center, lo que generó fuertes plusvalías para Rockefeller, el propietario del suelo de la zona. Sus métodos fueron muy controvertidos y sus iniciativas provocaron duras críticas desde el pensamiento urbano progresista, de parte de autores como Lewis Mumford, Jane Jacobs o Charles Adams. Uno de sus proyectos más polémicos y destructores en el Upper-West Sidedio lugar a duros informes (de 1951 y de 1954) del Women´s City Club de New York, donde se analizaban las nefastas consecuencias humanas del proyecto, especialmente entre la población afroamericana.  Sin embargo, su proyecto más impopular fue la vía rápida en Washington Square Park, que, entre 1952 y 1948, provocó una dura lucha de un grupo de madres de Greenwich Village, entre ellas Jane Jacobs, quienes consiguieron parar un proyecto tan depredador. Hubo muchos otros conflictos que Moses perdió – como el puente de Brooklyn-Batteryo el proyecto de derribo del Castle Clinton- y que ganaron los defensores del patrimonio. El fin de su poder fue el símbolo de la degradación del paradigma de ciudad moderna basada, sobre todo, en el acceso del automóvil, las torres de vivienda para pobres no blancos, la vivienda unifamiliar suburbana para la clase media blanca y el planeamiento top-down (“de arriba abajo”). A pesar de formar parte de la ciudadanía de a pie y de su fragilidad comparadas con el poder, las ideas de sus opositores siguen siendo vigentes hoy en día. Si bien el modelo de Moses se ha demostrado fallido, los tecnócratas del urbanismo continúan defendiendo este modo de hacer top-down, despiadado y sin matices, frente a un urbanismo bottom-up más democrático, no especulativo y atento a la variedad y la complejidad de la realidad.


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 BENEVOLO, L., Historia de la arquitectura moderna. Edit. Gustavo Gili. Barcelona, 1987.


págs.671-732. "El Movimiento Moderno en América"


6.- La arquitectura del curtain wall.


De hecho, la composición modular es utilizada con frecuencia, alrededor de los años 60, como soporte para las invenciones decorativas más gratuitas, que se transforman inevitablemente en referencias a los estilos históricos del pasado: en la sala para conciertos y en el teatro para óperas del Lincoln Center en Nueva York, realizados por Harrison y Abramowitz (figs. 854-855), en el proyecto para el Banco Lambert en Bruselas, realizado por Skidmore, Owings & Merrill (siempre con la colaboración de Bunshaft), mientras Philip Johnson (n. en 1906), el antiguo colaborador de Mies van der Rohe, teoriza sobre esta nueva tendencia y realiza, en formas clasicistas, la galería de arte Sheldon en la Universidad de Nebraska y el teatro del mismo Lincoln Centre.


En el mismo período, la técnica del curtain wall, es decir, de la fachada totalmente realizada con paneles ligeros, se extiende y se comercializa, pero a veces se reduce a una simple decoración que se aplica a edificios preexistentes, incluso realizados con muros de carga, para modernizar su aspecto.

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