Págs. 995-1051."El arte arquitectónico y el paisaje de la industria, 1800-1850 "
Pág. 1009-1022. Una cuestión de estilos.
La tradición académica en el exterior.
¿Había quedado, pues, obsoleta la planificación académica de ciudades? No mucho. Todavía existían regímenes dinásticos —algunos antiguos como el de Rusia; otros, como el reino de Grecia, de creación creciente— y éstos creían en ella. Encontramos ambiciosas actividades en Atenas y San Petersburgo, Munich, Karlsruhe y Berlín. Pero incluso en estos restos de grandilocuencia, el modo de obrar no era ni el barroco ni el napoleónico. El neoclasicismo había dejado un gusto por las masas simples de edificios escultóricos que tendía a una minusvaloración o ignorancia de las líneas de frentes uniformes. Así son los edificios neo-griegos de Atenas (Fig. 23.16). La planta de nuevo trazado de esta capital es una creación barroca —triviums, círculos, etc. —. Pero los edificios propiamente dichos están agrupados como entidades separadas a lo largo de las amplias calles rectas, sin estar sometidas a una línea común o a un plano de fachada continuo.
San Petersburgo, existente desde 1703, cuando Pedro el Grande decidió que fuera su «ventana hacia Europa», es un caso más interesante (Fig. 23.17). La historia de San Petersburgo está ligada al paso dado por Rusia de un imperio medieval rudimentario a un estado moderno de primer orden. El emplazamiento es el delta del Río Neva sobre el Báltico, y ocupa las dos orillas de brazo más ancho y la isla principal llamada Vasilevski. En primer lugar surgió la fortaleza de Pedro y Pablo y el arsenal de la orilla derecha, el Almirantazgo al otro lado, en diagonal, y edificios gubernamentales como los Doce Colegios en la punta de la isla Vasilevski (Fig. 23.18). Pronto se estableció la ciudad en la orilla izquierda, tras un imponente plano de fachadas continuas, especialmente aquéllas del Almirantazgo y el Palacio de Invierno a su noreste. Un trivium centrado en el Almirantazgo proyectaba sus brazos desde el frente acuático, el más oriental, la Perspectiva Nevski, conectando el centro de la ciudad con el antiguo camino de Novgorod en la periferia. El núcleo monumental continuó creciendo alrededor del Almirantazgo. En el tiempo de la invasión napoleónica, este núcleo incluía la Catedral de San Isaac, al suroeste del Almirantazgo, acompañada de los edificios del Senado y del Santo Sínodo y el monumento a Pedro el Grande.
En la euforia de la victoria de Rusia sobre el emperador francés, esta área entera a lo largo del Neva fue orquestada en una magnífica composición de cinco plazas interrelacionadas. Y es aquí donde se pone de manifiesto la nueva actitud de los planificadores de San Petersburgo. En lugar de intentar revestir los nudos monumentales en un diseño emparejado y unirlos con cortinas arquitectónicas en consonancia, los planificadores optaron por la planificación eficaz y por la utilización visual de unas pocas estructuras principales exentas. El Almirantazgo fue reedificado a mayor escala y se sistematizaron tres plazas trente a tres de sus lados. Fuera de este espacioso centro se abrieron dos plazas más: una en frente del Palacio de Invierno, la otra en el lado que miraba a tierra de la Catedral de San Isaac.
Ninguna de las cinco plazas está estrictamente delimitada. Se abren unas a otras y se interrelacionan de una forma que es muy distinta de la de los espacios seriados de la época precedente de Nancy o Bath (Figs. 22.30, 22.31). Para la totalidad de la constelación o para las plazas individuales, la homogeneidad cuenta muy poco. La masa ornamentada barroca del Palacio de Invierno se enfrenta a la curva del edificio del Estado Mayor, cuyo severo clasicismo anuncia abiertamente su datación de principios del siglo XIX. Pero ambos edificios están relacionados de una forma general y ribeteados por el mismo eje. El eje fue establecido por una columna triunfal en honor del Zar Alejandro I (1801-1825). Esta constituía también el punto terminal de un bulevar que cruzaba la plaza central trente al Almirantazgo, para llegar a la plaza del Senado en la que los edificios del Senado, la Catedral de San Isaac y el Santo Sínodo, estructuras dispares, coexisten en armonía comparable. El bulevar separaba enérgicamente al Almirantazgo de la abigarrada masa edificada del otro lado de la plaza, y después giraba hacia el río a lo largo del flanco del Almirantazgo para llegar a los muelles de granito. Aquí, en este escenario militarista, Rusia podía poner en escena sus desfiles y la iglesia ortodoxa sus coloridas procesiones, mientras que la sociedad paseaba a pie o en carrozas a lo largo del bulevar, o navegaba o patinaba, según la estación, en la cuenca del delta del Neva.