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BENEVOLO, L., Historia de la arquitectura contemporánea. Edit. Gustavo Gili. Barcelona, 1987. 


Págs.217-241..,”La tradición norteamericana” 


págs. 225-227. "La influencia de Jefferson sobre la cultura arquitectónica americana no se ejerce sólo por medio de sus propios trabajos. En 1785 hace aprobar la Land Ordenance para la colonización de los territorios del Oeste, y desde 1789 a 1794, como secretario de Estado, promueve la fundación de la ciudad de Washington y el concurso para el Capitolio. Más tarde, como vicepresidente, y , a partir de 1801 como presidente, controla las obras públicas en toda la confederación y mantiene una estrecha relación con Benjamin H. Latrobe (1764-1820), para quien crea el cargo de superintendente de los edificios del gobierno federal. 


La Land Ordenance de 1785 dispone que los nuevos territorios se subdividan según una retícula orientada en los meridianos y los paralelos; determinados múltiplos y submúltiplos de la malla principal (formada por cuadrados de una milla de lado) sirven para definir las parcelas agrícolas y las edificables y con ello la red viaria de las ciudades. Jefferson hubiera preferido que la red creciese incluso a escala geográfica, para establecer los límites de los nuevos estados, y así se hizo en algunos casos, pero las más de las veces se prefirió aprovechar algún límite natural, como el curso de un rio. Esta disposición fundamental ha dejado una huella indeleble, tanto en el paisaje urbano como en el rural de los Estados Unidos, generalizando el sistema ortogonal que ya había experimentado en el período colonial.....sirve también… para distribuir las propiedades agrarias… para delimitar los espacios de la Confederación… Se hace evidente en seguida que estos planes constituyen una de las tradiciones americanas… a partir de esta trama elemental, todo lo demás es susceptible de variar indefinida y continuamente."


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 KOSTOF, Spiro. Historia de la Arquitectura. Edit. Alianza Editorial.Madrid, 1988.


págs.1053-1105.“La experiencia americana” 


Pág.1077 Arquitectura para una nación.


Pág.1087. Jefferson y un ambicioso francés.


En 1785, en gran parte gracias a su empuje, el Congreso promulgó una ordenanza nacional de la tierra. El gobierno nacional había obtenido la titularidad de las tierras del oeste hasta el Misisipi. Este nuevo territorio fue ahora uniformemente medido y-dividido, empleando paralelos y meridianos geométricamente determinados, en municipios cuadrados que medían 6 a 9 millas. Los municipios estaban subdivididos en parcelas de una milla cuadrada cada uno, llamadas secciones, que a su vez se partían en manzanas iguales. Se reservaban cuatro secciones para futura disposición, una para escuelas públicas, y otra «para sostén de la religión». El resto se ponía en venta.


La gigante cuadrícula, regional ignoraba la topografía natural. A diferencia del ejemplo de los trece estados originales (y la mayoría de las regiones de asentamiento más antiguo de la tierra), sometía cuatro quintas partes de los Estados Unidos a un sistema regular de medición de la tierra que respondía a las necesidades de una economía agrícola y que podía ser rápidamente ocupado de una forma democrática. Era la región más extensa del mundo de la que se iba a tomar posesión sistemáticamente. El gran precedente era la centuriación romana, y su adaptación más reciente en los diseños de los ingenieros holandeses para la recuperación de tierras al mar. Las líneas ortogonales de esta red americana determinaban automáticamente los ejes principales de cada nueva ciudad, y el esquema cuadriculado de planificación urbano se hizo omnipresente. Otros modelos americanos tempranos cayeron en el olvido, como las ciudades nuclearizadas de Nueva Inglaterra, que tenían en cuenta la topografía del lugar; los pobladores lineales germánicos del este de Pensilvania; las plantas barrocas de Williamsburg o Annapolis; y el gracioso damero de Savannah o Filadelfia, en el que cada pocos bloques edificados estaban aireados con plazas verdes de espacio abierto.


La densa cuadrícula teórica también se dio en las viejas ciudades del este cuando sobrepasaron sus límites iniciales, Baltimore, Richmond y Boston se adhirieron al carácter rectilíneo, pero no tan fanáticamente como Nueva York en donde una comisión de tres miembros de la asamblea legislativa del estado cubrió la totalidad de Manhattan con manzanas idénticas, sin aliviarlas con espacios públicos abiertos. El informe de la comisión rechazaba «esas supuestas mejoras... círculos, óvalos y estrellas», y afirma llanamente «que una ciudad debe estar compuesta de viviendas para hombres, y que las casas de lados rectilíneos y ángulos rectos son las más baratas de construir, y las más convenientes para vivir».


Pero había una maravillosa excepción a la regla: Washington.


 

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