Págs. 125-154.“Ingeniería y arquitectura en la segunda mitad del siglo XIX (1870-1890)”
Las Exposiciones Universales.
El éxito del Palacio de Cristal es enorme: para la Exposición de Nueva York, en 1853, se decide construir un edificio similar -también Paxton envía un proyecto-, pero en el centro de la nave se introduce una cúpula monumental. Los ingenieros Voit y Werderconstruyen en Munich, en 1854, un Glass-Palast...
...Tras el paréntesis de la guerra y de la Comuna, París puede de nuevo, en 1878, inaugurar otra Exposición Universal. En esta ocasión se realizan dos grandes edificios: uno provisional, en el Champ de Mars y otro permanente al otro lado del Sena, formando eje con el anterior, sobre la colina de Chaillot: el Palais du Trocadero.
Léopold Hardy (1829-1894)realiza el edificio provisional; en la fachada al Sena, los paneles exteriores no son de ladrillo, sino de cerámica multicolor, la construcción ofrece un aspecto bastante alegre, aunque recargada con decoraciones eclécticas, ya que evita atribuir al hierro un carácter estilístico tradicional, quitándole al mismo tiempo carácter utilitario, incompatible con los fines representativos.
Un periodista de la época escribe:
“Toda esta fachada septentrional está construida en hierro y fundición; pero, como el lector puede fácilmente apreciar, al menos por lo que se refiere al pabellón central de la fachada, el arquitecto ha salido, muy hábilmente, evitar el peligroso escollo con el que se choca cuando se emplean metales; la de realizar una construcción que tenga aspecto de mercado o de taller más que de palacio. Eliminando las formas convencionales y el ladrillo o el yeso como materiales de relleno, ha adoptado piezas de cerámica vidriada para el revestimiento de las partes de fábrica: no ha dudado en presentar al público una fachada policroma, donde los emblemas y escudos de las diversas naciones constituirán uno de los principales motivos de decoración.”
... J. A. G. Davioud (1823-1881) y J. D. Bourdais (1835-1915) proyectan el Trocadero; la idea de una construcción permanente se relaciona por necesidad con la de una estructura de fábrica y sólo para la cubierta se reserva el hierro, recubierto, por otra parte por una frondosa decoración ecléctica. Este edificio fue destruido recientemente para dejar sitio al Palais de Chaillot.
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Págs.371-391. “Internacional, nacional y regional: La diversidad de una nueva tradición”
En la década de 1930, Francia ofrece prácticamente un caso ejemplar en cuanto al modo en que la arquitectura moderna podía ser aceptada en unos sectores de una nación, pero no en otros. El campo de los encargos monumentales y cívicos quedó en su mayor parte en manos del estamento Beaux arts, que cada vez se iba agotando más en sus devaluaciones clásicas, aunque a veces tenían el encanto de los revestimiento art déco (por ejemplo en el Trocadero o el Museo de Arte Moderno de Paris).
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Págs. 600-620”El compromiso político y el conflicto con los regímenes autoritarios”.
4.- Francia.
A partir de 1934, las revistas e incluso la prensa no especializada hablan sobre todo de la nueva Exposición Universal programada para 1937; es interesante leer una cantidad de reminiscencias históricas sobre las exposiciones del siglo XIX y sobre el arte francés del pasado, donde no se advierte en absoluto ni el cambio de los tiempos ni los nuevos problemas.
El terreno elegido es, como siempre, el Champ de Mars, con el área correspondiente en la otra orilla del Sena, bajo la colina de Chaillot. La conservación de la torre Eiffel queda fuera de discusión, pero surge el problema del tratamiento a emplear respecto al palacio del Trocadero. Al principio se piensa cubrir el exterior del edificio con una nueva arquitectura, luego se decide dejarlo intacto y construir un edificio intermedio en la embocadura del puente de Jena, para presentar el viejo palacio a quien llegue desde el Champ de Mars y por fin se decide derribar el edificio de Davioud y construir en su lugar un nuevo palacio, utilizando en parte sus cimientos. Los concursos convocados para las distintas soluciones ofrecen a los tradicionalistas la ocasión para imaginar piadosas imitaciones del antiguo grand goût e increíbles contaminaciones estilísticas. En 1936 se toma la decisión de construir un nuevo edificio: J. Carlu, L. A. Boileau, L. Azéma proyectan un edificio neoclásico «cuyo carácter sobrio y digno corresponda a la tradición monumental del arte francés». Los artistas y escritores de vanguardia dirigen una protesta a las autoridades «considerando que la solución adoptada representa un verdadero derroche del dinero público y un grave error»; entre los firmantes figuran J. Cocteau, F. Mauriac, H. Focillon, G. Marcel, P. Picasso, H. Ma- tisse, G. Rouault, R. Dufy, M. Chagall, G. Braque, J. Lipchitz, O. Zadkine.
En 1936, el anuncio de la construcción de un edificio de estilo neoclásico suscita todavía grandes controversias, pero al año siguiente las obras de este género -provisionales o permanentes- se multiplican en la capital francesa. Cerca del nuevo palacio de Chaillot, J. C. Dondel, A. Aubert, P. Viard y M. Dastuge construyen el nuevo Museo de Arte Moderno, adornado de escuálidas columnas (fig. 711); Perret, en el cercano Museo de Obras Públicas, utiliza su habitual maestría técnica, pero identifica ya francamente sus pilares redondos con las columnas y sus vigas con las cornisas; en el recinto de la Exposición, el pabellón alemán de Speer y el ruso de Yofan compiten en retórica arqueológica; en este clima, incluso los antiguos funcionalistas se inclinan hacia lo monumental, como se puede ver en los pabellones de Mallet-Stevens.