"El acero presentaba otra ventaja sobre el hierro fundido: su mayor capacidad de tensión y fortaleza, hasta el punto de que parecía posible suspender del techo las librerías. En 2004-2006 el arquitecto mexicano Alberto Kalach (1969) proyectó una biblioteca en México D.F. que puso en práctica justamente esta teoria. El edificio fue bautizado en honor a José Vasconcelos (1882-1959) famoso y controvertido escritor mexicano, además de filósofo y político, que llego a dirigir la Biblioteca Nacional de su país. Este centro se vertebra en torno a una gran sala de 210 m de largo, 50 metros de ancho y 26 m de alto.El edificio está formado por una serie de enormes pilares de hormigón que sustentan las cerchas de acero. En la mayoría de las bibliotecas, la estanterías se apoyan por lo general sobre el piso, lo que sin duda representa la configuración más sensata desde el punto de vista estructural. Las pesadas cargas que ocasionan los volúmenes se transmiten directamente al suelo y, en último término, al terreno en el que se asienta el edificio. Pero en la Biblioteca José Vasconcelos, Kalach optó por suspender las estanterías de la cubierta. Ello es posible únicamente, porque todo el sistema está construido en acero. Desde la red de vigas que cuelga de las cerchas del tejado arrancan unas barras que atraviesan los costados de las estanterías. El efecto es hipnótico y el tiempo inquietante. Según se accede a la biblioteca por un extremo del edificio, se constata que los volúmenes se encuentran suspendidos por encima de los lectores, pero solo tras subir por una de las escaleras situadas en la parte central del recinto se empieza a apreciar la verdadera escala de esta construcción. Para llegar a los libros, el lector tiene de seguir subiendo por unas escaleras de acero que, sujetas por unas barras, penden también de las cubiertas. De este modo alcanzará unas elegantes, pasarelas de cristal conectadas con las estanterías y asomadas al especio inferior. No es una experiencia que se pueda recomendar a visitantes de temperamento nervioso o aquejados de vértigo. Retirar un libro de alguna de las estanterías suspendidas a gran distancia del suelo - con los pies apoyados en una delgada lámina de cristal y separados del vacío por una barandilla de cable de acero - es una experiencia que impresiona y electriza al mismo tiempo.
El uso de las estanterás de acero y de los sistemas de rodillos incrementó enormemente la capacidad de muchas bibliotecas, pero ni siquiera estos avances resolverían los problemas a los que se enfrentan las más grandes, encargadas del depósito legal. En el siglo XX, la Británica entre otras muchas empezó a recurrir de forma progresiva a los depósitos externos a su sede, que por lo general se ubicaron en naves de almacenamiento adquiridas y adaptadas de un modo específico para suplir esta carencia. Las bibliorecas modernas han progresado en esta dirección, diseñando grandes instalaciones ad hoc como la que se construyó en Swindon para la Bodeliana de Oxford.